¿Te acuerdas de aquellos momentos en los que sentado en el patio de tu casa pensabas en lo que ibas a ser cuándo fueras grande?
Soñabas con ser mamá o papá, médico, veterinario, astronauta, policía, músico, un héroe que salvaba al planeta de un peligro inminente o presidente.
Grandes anhelos que tu imaginación convertía en realidad ¿Cómo? Con una capa cambiabas al mundo. Con un maletín viejo ibas al trabajo. Con tu mascota te ibas de aventura a tierras desconocidas. Con una varita convertías lo insulso en lo grandioso.
¿Entonces, no hay en el mundo millones de niños que sufren carencias familiares, educativas, alimentarias y de todo tipo y sin embargo no dejan de soñar?
Hagan la prueba, si hay una constante en los niños es que con sus sufrimientos y dolores a cuestas, siguen imaginando y luchando por su mundo mejor.
Proyectan en sus juegos la familia que les gustaría tener, la profesión de sus sueños o simplemente, imaginan mirando a las estrellas que un día ellos podrán cambiar el mundo, uno distinto al que les tocó en suerte. Entonces, con realidades ajenas, difíciles y hasta crueles millones de niños sueñan
¿Cuál es nuestra excusa hoy?
Somos adultos y por ello somos capaces a través del sacrificio, el trabajo y el empeño de poder soñar y poco a poco concretar aquello que nos propusimos en el pasado, en el presente o queremos para el futuro.
Los chicos no eligen, nosotros ya somos responsables de poder revertir aquello con lo que no estamos de acuerdo, construir los vínculos que deseamos o trabajar para cambiar nuestra realidad.
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