“La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos.” Mahatma Gandhi
Coherencia significa que se tiene “cohesión”, término que se usa en física para significar la unión que se realiza entre dos substancias. En el caso particular de los valores, podemos decir que somos coherentes cuando, al actuar, nuestra voluntad está de acuerdo con nuestro entendimiento. Cuando nuestros actos están de acuerdo con nuestros principios; cuando nuestras palabras van de acuerdo con la verdad.
La vida de toda persona precisa un norte, un itinerario, un argumento, no debe ser una simple sucesión fragmentaria de días sin dirección y sin sentido. Cada uno ha de esforzarse en conocerse a sí mismo , en buscar sentido a su vida proponiéndose proyectos y metas a las que se siente llamado y que llenan de contenido su existencia.
Para que la vida tenga sentido y merezca la pena ser vivida, es preciso reflexionar con frecuencia, de modo que vayamos eliminando en nosotros los detalles de contradicción o de incoherencia , que vayamos detectando que son obstáculos que nos sacan de ese itinerario que nos hemos trazado.
Si con demasiada frecuencia nos proponemos hacer una cosa y luego hacemos otra, es fácil que estén fallando las pautas que conducen nuestra vida.
Un tema difícil, pero tan difícil como importante
A veces la vida parece tan agitada que no nos da tiempo a pensar qué queremos realmente, o por qué, o cómo podemos conseguirlo, pero hay que detenerse a pensar, sin achacar a la complejidad de la vida —como si fuéramos sus víctimas impotentes— lo que muchas veces no es más que una turbia complicidad con la debilidad que hay en nosotros. Basicamente buscar excusas para no hacer lo correcto.
Es verdad que las cosas no son siempre sencillas, y que en ocasiones resulta realmente difícil mantenerse fiel al propio proyecto, pues surgen dificultades serias, y a veces el desánimo se hace presente con toda su paralizante fuerza.
Pero hay que mantener la confianza en uno mismo, no decir “ no puedo”, porque no es verdad, porque casi siempre se puede. No podemos olvidar que hay elecciones que son fundamentales en nuestra vida, y que la dispersión, la frivolidad, la renuncia a aquello que vimos con claridad que debíamos hacer, termina afectándonos.
Solemos contemplar con admiración a las personas, las familias o las instituciones que están basadas en principios sólidos y hacen bien las cosas. Nos admira su fuerza, su prestigio o su madurez, y habitualmente nos preguntamos: “¿Cómo lo logran? Tendría que aprender a hacerlo así.”Lo malo es que muchas veces buscamos un consejo que sea una solución rápida y milagrosa a nuestros problemas, como si fuera todo cuestión de una especie de sencilla “cosmética de los valores”.
Desde los filósofos griegos hasta nuestros días, los autores que han estudiado seriamente la búsqueda humana de las claves del vivir con acierto, se han centrado básicamente en los esfuerzos que el hombre hace por integrar profundamente en su naturaleza ciertos principios y valores como: la honestidad, la justicia, la generosidad, el esfuerzo, la paciencia, la humildad, la sencillez, la fidelidad, el valor, la mesura, la lealtad, la veracidad, etc., y no como una cuestión cosmética sino profunda, que busca cambiar por dentro a la persona.
La fe
Dice Mons. César Franco Martínez, sacerdote católico español, obispo de Segovia desde 2014. : Hoy hablamos mucho de coherencia, la exigimos a los políticos, a los eclesiásticos, a los hombres de empresa y a los demás. Los pedagogos insisten en educar en la coherencia, es decir, en la adecuación entre nuestras creencias —religiosas o no— y el comportamiento diario.
Somos conscientes de que sin coherencia el hombre se convierte en un cínico y, en último término, un ser inconsistente. La coherencia hace creíble a la persona y la reviste de dignidad y respeto. “Es coherente con sus ideas”, decimos cuando queremos hablar de la integridad de alguien.
Jesús trata el tema de la coherencia en la parábola que tiene como destinatarios a los sumos sacerdotes y ancianos de Israel que se jactaban de ser justos cumpliendo la voluntad de Dios. Jesús presenta el caso de un padre que tiene dos hijos a quienes manda ir a trabajar a su viña.
El primero le dice de primeras que sí, pero no va; el segundo dice que no, pero recapacita y va. ¿Quién de los dos obró bien?, pregunta Jesús. No era difícil responder a la pregunta, que parece dirigida a niños. “Sólo el segundo hizo la voluntad del Padre”, responden los interlocutores de Jesús.
La enseñanza de la parábola reside en las palabras que pronuncia Jesús después y que resultan extrañas a muchos hoy: “Os aseguro —dice— que los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan el Bautista a vosotros enseñándonos el camino de la justicia, y no lo creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas lo creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni lo creísteis”..
¿Qué relación hay entre la historia de los dos hijos y estas palabras de Jesús?
Los publicanos y prostitutas son dos categorías de pecadores que, en tiempo de Jesús, tenían cerrada la entrada en el Reino de los cielos, en razón de sus escándalos públicos. Sin embargo, sabemos que algunos de ellos se convirtieron al escuchar a Juan el Bautista, y entre los seguidores de Jesús había publicanos y prostitutas convertidos.
Eran como el hijo rebelde de la parábola que no quería obedecer la ley de Dios, pero, al final, fue a trabajar a su viña. Por el contrario, los líderes religiosos de Israel, que decían formalmente sí a Dios, vivían de espaldas a su voluntad. Eran como el hijo que dice sí al padre, pero no va a trabajar a la viña. ¿Quiénes eran entonces los coherentes? Tampoco es difícil responder a esta pregunta.
Un examen de conciencia sobre la coherencia de nuestra fe
Nosotros, cristianos, hacemos profesión de seguir a Jesús, somos practicantes; externamente mostramos todos los signos de la docilidad a Dios; pero esta docilidad ¿es verdaderamente real, profunda, o es solamente superficial, contradictoria con tantas acciones que no son realizadas según la voluntad de Dios?.
Junto a esto, todos conocemos personas que han vivido en desobediencia a Dios y, al convertirse, comienzan a llevar una vida ejemplar de fidelidad a Dios, adelantándonos en el camino hacia el reino de los cielos.
Jesús nos invita a cambiar la actitud del corazón, a pasar de una aparente actitud de justicia, que se queda en meras fórmulas externas sin contenido, a la verdadera obediencia de la fe, que consiste en cumplir la voluntad de Dios.
Omar Romano Sforza