El sofá mágico

Cuento de Navidad

Autor: Ana Castañer Pamplona

Venía cansada, toda la tarde estuve de comparas navideñas. Pensando en regalos para todos. Las tiendas estaban llenas de gente, así que había que esperar en largas colas, que te cobrasen y envolviesen los paquetes. Además fui andando, me hacía ilusión disfrutar de las luces, los adornos y también del bullicio.

Llegar a casa y descargar las bolsas llenas de cosas fue un alivio. Quitarme los zapatos, cambiarme a ropa mas cómoda y tomarme un café tumbada en mí sofá, era la recompensa de un día dedicado a los míos, porque realmente las compras casi todas estaban dedicadas a toda mi familia, tan solo un perfume había comprado para mi.

Mi sofá era el mueble preferido de mi gran salón, frente a la chimenea encendida, donde chisporroteaban las ramas secas del jardín, iban y venían pensamientos y recuerdos de otros tiempos, de otras navidades de otros allegados que ya no están. Este sofá es enorme, estaba en el palacete de mis padres, una casona enorme del siglo XII donde podíamos montar en car por unos de los inmensos y largos pasillos.

Es de gruesa piel marrón, con desgastes por algunos roces del uso y del tiempo, es acogedor y cuando me tumbo en él para dormir la siesta, o simplemente descansar, tengo la sensación de que el calor y el amor de mis padres me abrazan.

Hoy también este sillón me transporta aquellas navidades con mis padres, con Maruxa, con Félix y Mayte, con cenas y comidas deliciosas que compartíamos las dos familias, ambas lejos de sus orígenes. ¡Cuanta felicidad y alegrías, con las miradas de niñas pensando en los Magos, poniendo paja para los camellos y bandejas con licores y pastas para los Reyes!.

Aquellas Navidades están grabadas en nuestros corazones y en nuestras almas, y cada Navidad afloran estos recuerdos para acercarnos aun más si cabe, a los seres queridos que nos dejaron pero que viven en nuestro corazón.

Poco a poco, el cansancio va despareciendo y un sopor me aproxima a un sueño reparador. Y allí, en los dulces sueños vuelven a mi mente recuerdos infantiles que siempre serán inolvidables.

Mis Reyes Magos que dieron  a mi ilusión las dos ruedas de una bicicleta preciosa, de color azul metalizado, o aquellos otros en que la muñeca más preciada, la Mariquita Pérez, con su vestido de rallitas rojas y blancas, con zapatitos haciendo juego, hicieron mi día más maravilloso, aunque con el tiempo abandoné mi cariño por esta muñeca, que aún conservo en su caja, por que los celos surgieron  de mi corazón a la ver que a mi madre le encantaba la muñeca, y yo, quería a mi madre para mí sola, sin tener que compartirla con una muñeca, por muy linda que fuese.

Así entre sueños y duermevela, la magia de la Navidad me hacía recordar y revivir años felices, en este sofá, para mí un poco perturbador…

Mas allá de mis pensamientos, me levanté recuperada y con alegrías renovadas, en este sofá mágico volvía a poner los regalos a mis seres queridos para esta Navidad y hacerles felices.

Miré con alegría mi sofá mágico que lleno de lazos, regalos brillantes y coloridos paquetes desprendía una especie de luz misteriosa a la espera de que todo aquello fuese descubierto y diese alegría a todos, así habríamos vivido una Navidad más todos juntos.