La pasión por Grecia de los viajeros españoles modernos

La recuperación del legado grecolatino que se inició en el Renacimiento provocó una vuelta a los ideales clásicos como modelo cultural, político y social. Esto hizo que existan, en el siglo XVII y de una forma más constante desde los siglos XVIII y XIX, referencias de viajeros en suelo heleno empeñados en ver y sentir in situ las ruinas de la Antigüedad griega.

Estos viajeros eran, en su mayoría, ingleses, franceses y alemanes con fines e intereses diversos. Eran buenos conocedores de las fuentes antiguas griegas utilizadas para estos viajes, como La Ilíada de Homero, las Historias de Heródoto o la Periegesis de Pausanias. La aportación posterior de estos viajes, gracias a los descubrimientos realizados, supuso un claro acercamiento de la Antigüedad a las sociedades modernas que fueron emergiendo.

El caso español en Grecia y el Levante oriental

Los españoles, aunque posteriores y en menor número, no fueron ajenos a estos hechos, formando una especie de Grand Tour tardío que también tuvo repercusiones en España. Esta tardanza se debió, principalmente, a diferentes causas y circunstancias históricas, culturales y políticas asociadas e intrínsecas a España, que imposibilitaron el desempeño de cualquier tipo de viaje.

Si bien no fueron los únicos, destacaremos dos aspectos relevantes que impulsaron positivamente estos viajes:

  • La firma del Tratado de Paz y Comercioen 1782 entre el Imperio otomano y la monarquía española aseguraba la libre circulación de barcos españoles en aguas bajo dominio otomano. Una de las primeras expediciones que se aprovechó de esta nueva situación fue la de Gabriel de Aristizabal. Capitaneando varios navíos, Aristizabal realizó un viaje en 1784 a Constantinopla. Este quedó plasmado en Viage a Constantinopla, escrito “por encargo” por José Moreno. La obra nos ofrece ya una información prematura sobre el espacio geográfico que nos incumbe. Al paso de la expedición por islas del archipiélago griego y el estrecho de los Dardanelos se compara el estado actual de sus observaciones con el pasado, rememorando a autores y obras de la Antigüedad clásica.
  • El establecimiento de las relaciones hispano-griegas en el año 1834. Esto contribuyó a mejorar las relaciones comerciales y diplomáticas con los griegos, facilitando la llegada de españoles.

El siglo XIX: comienzo y proliferación de viajes

Desde el siglo XIX encontramos ya decenas de viajeros españoles en Grecia y el Levante oriental. Son viajeros con intereses e inquietudes heterogéneos, pero con un fondo común, en líneas generales: su filohelenismo o amor y pasión por el mundo antiguo griego.

Las razones de estos viajes eran también muy variadas, existiendo motivos diplomáticos, religiosos, culturales, antropológicos o artísticos, entre otros. Se suele destacar dentro de esta centuria el viaje realizado en el año 1871 por Juan de Dios de la Rada a bordo de la fragata Arapiles y el viaje finisecular a Grecia y Turquía del arqueólogo español José Ramón Mélida en 1898.

Pero hubo otros muchos interesantes. Por ejemplo, en 1827, el realizado por el vasco Juan de la Granja que posteriormente recogió, en 1833, en la obra Viaje de un español por el Levante en el año 1827, siendo su principal objetivo recorrer Grecia y otros enclaves del Levante Mediterráneo.

Dentro de este siglo encontramos viajes a Grecia de arquitectos españoles pensionados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuyos trabajos posteriores provocaron un claro impacto arquitectónico y estético en España. Destaca de este grupo Jerónimo de la Gándara, primer pensionado que estuvo en Grecia en el año 1850 realizando trabajos y dibujos del Partenón, el Erectión y la Linterna de Lísicrates.

Es interesante señalar a algunos de los diferentes diplomáticos españoles que ocuparon un cargo político en Grecia. Sus vivencias en tierras helenas permanecen inmortalizadas en diferentes relatos publicados en obras, revistas o artículos. Podemos mencionar dentro de este grupo a Jacobo Bermúdez de Castro (“Recuerdos de Grecia”, Revista de España 5/1868, 3), Salvador López Guijarro (“De Madrid a Atenas”, Revista de España 9-1869, 10) o Enrique Gaspar y Rimbau (Viaje a Atenas 1872-1875). En todos estos relatos se puede ver la profunda admiración que sentían por Grecia, así como sus vivencias y experiencias en suelo heleno.

El siglo XX: consolidación y viajes masivos

En el siglo XX, hasta el inicio de la guerra civil española, encontramos el viaje e interesante relato del médico y escritor José María Escuder. Junto con el también escritor, poeta y político Cándido Ruiz Martínez, visitó Grecia en el año 1902 formando parte de una expedición científica organizada por la Revista de Ciencias de París. Su relato “A Grecia” fue publicado en El Mercantil Valenciano, y nos ofrece el itinerario seguido, las fuentes consultadas y la pasión que Escuder sentía por Grecia.

En los años veinte destacamos a dos notables filohelenos.

La bailarina catalana de danza clásica Áurea de Sarrá era una enamorada de la Antigüedad griega. De Sarrá viajó y actuó en Grecia desde finales de abril de 1926 hasta finales de enero de 1927, donde consiguió sus mayores éxitos. Sus actuaciones pudieron verse en muchos de los más emblemáticos teatros y conjuntos arqueológicos de la Antigüedad, destacando el teatro de Dioniso o el complejo de Eleusis.

Por último, el mahonés Saturnino Ximénez era un personaje polifacético y viajero incansable que recorrió el mundo desde su juventud. Grecia le marcó de por vida. Sentía una gran predilección por el país heleno, que visitó en repetidas ocasiones desde finales del siglo XIX en adelante.

Publicó en el año 1925 L’Asie Mineure en Ruines, sobre el viaje que realizó en el año 1923 junto con Francesc Cambó por la actual costa turca del Egeo. Además, fundó en 1927 el Instituto Arqueológico Iberoamericano de Atenas, con la intención de dotar a España y al resto de los países iberoamericanos de un centro y punto de encuentro para investigadores y devotos de la Antigüedad griega.

Durante la Segunda República Española se iniciaron cruceros masivos con fines culturales por el Mediterráneo. Destacaron el crucero universitario del Ciudad de Cádiz en 1933 y el viaje de estudios a Grecia organizado por la Universidad de Valladolid en 1934. Ambos marcaron un antes y un después en la proyección de los estudios de la Antigüedad clásica en España.

La suma de estos viajes a Grecia y a la costa turca del mar Egeo nos ayuda a entender y a construir la visión personal de estos primeros viajeros españoles que llegan a suelo heleno.

Como hemos visto, se trata de un grupo reducido de privilegiados, que se va incrementando sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Sus vivencias y observaciones son fundamentales para ahondar en la importancia e influencia de Grecia. Además, el resultado de sus impresiones contribuye a la formación de una literatura de viajes y viajeros españoles a la Antigüedad clásica y al redescubrimiento de Grecia en nuestro país.

Autor:

Luis Manzano Sánchez – Doctorando en el Programa de Humanidades, Universidad Carlos III

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