¿Tienes buenos modales? Esta es una guía para ser menos grosero

NORMAS DE COMPORTAMIENTO.Perdidos en las prisas muchas veces se olvidan las normas básicas o reglas sagradas de la buena educación

En una sociedad cada vez más virtual, el contacto directo pierde fuerza, y eso pasa factura a pilares básicos de los buenos modales.

JAVIER RICOU

13/02/2023 06:00Actualizado a 13/02/2023 13:01

Perdidos a veces por las prisas de un universo cada vez más virtual y menos presencial, dejan de practicarse algunas de las reglas sagradas de buenos modales y educación.

Si detectas que alguien no se acuerda de tu nombre, ayúdale: “Hola, nos conocemos; yo soy…”. Cuando los anfitriones que te han invitado a cenar a su casa se levantan y empiezan a fregar los platos, piensa dos cosas: o son unos maleducados –eso no se hace sin motivo– o es la señal inequívoca de que la cena ha acabado y es hora de marcharte.

Jamás pidas llevarte otra vez a casa la botella de vino o el postre que has traído a una cena de amigos. ¡Eso es un regalo! Y además, si los anfitriones no la abren y se la quedan para ellos, hay que considerarlo muy normal. No son unos maleducados. Ellos elegían, si no hubo instrucciones contrarias, la comida y la bebida.

Para cancelar una cita a una cena o fiesta de pocas personas, tienes que avisar como mínimo dos horas antes. Si es en un domicilio particular, la noche anterior. Y no vale ninguna excusa (de las que suelen inventarse) si se llega más de diez minutos tarde a un encuentro o cita. La otra persona no tiene por qué esperarte y perder su tiempo.

Con las redes sociales –ahora que se interactúa menos cara a cara– hay también reglas sagradas para hacer gala de unos buenos modales. Son la herramienta perfecta, por ejemplo, para comunicar agradecimiento por una cena o fiesta a la has sido invitado. El mensaje hay que enviarlo, como mucho, tres horas después del encuentro.

Y ¡ojo! cuando te dejan un móvil que no es tuyo para mirar una foto. El pulgar, quieto. Nadie te ha autorizado a mirar el resto de las fotos.

Ágapes y comidas

Dos horas, el tiempo máximo para una cancelación

Te han invitado a una cena de amigos y has confirmado la asistencia. Pero a última hora decides que no vas a ir. El plazo mínimo para cancelar esa cita –si se quiere quedar bien– son dos horas antes de la hora fijada. Ese tiempo aún permite al que ha organizado el encuentro ocupar la silla que va a quedar vacía. Si la cena es en un domicilio particular, las normas de la cortesía aconsejan cancelar la cita la noche anterior. Y los diez minutos siguen siendo el tiempo máximo de retraso aceptable para un encuentro, sea donde sea.

Lo que se lleva se queda

Nunca hay que llevarse a casa comida o bebida regalada

Si acudes a una cena al domicilio de amigos y llevas comida y bebida, nunca hay que llevarse otra vez a casa lo que sobra. Es una conducta muy grosera, pues eso era ¡un regalo! Y muchos anfitriones, con acierto, no abren las botellas que llevan los invitados. Se las quedan para degustarlas ellos al considerar que es un regalo personal y no para el grupo. La bebida de esa cena, si no hay instrucciones contrarias, ya la elige y pone el anfitrión.

La misma historia

¿Cómo cortar, con elegancia, al que repite un relato?

En las reuniones de amigos es muy habitual escuchar historias repetidas. Cortar a la persona que las cuenta cuando ya ha iniciado parte del relato se considera un gesto de mala educación. Así que, cuando eso se repite, solo hay dos segundos para evitar volver a escuchar lo mismo. “Sí, eso fue muy gracioso” o “qué historia tan buena”. Son frases para dejar claro que todos conocen ya el relato.

La puntualidad

A una casa no hay que llegar antes: a una fiesta grande, sí está permitido

La puntualidad va ligada con la educación en función del escenario de la cita. Llegar mucho antes de la hora fijada a un domicilio particular no es aconsejable, pues los anfitriones puede ser que aún no estén preparados para recibir esa visita. A una fiesta pequeña, lo aconsejable es llegar a la hora o con unos minutos de retraso. No pasa nada. Ahí hay poca gente y será fácil interactuar solo llegar. Si es un gran acontecimiento en el que se conoce a pocas personas, llegar con antelación está bien visto. Eso permitirá conectar antes con algún invitado.

La hora de pagar

No es momento de ir al lavabo ni de iniciar grandes charlas

Se acaba la cena o la fiesta y llega la hora de pagar. No es, por lo tanto, el momento de ir al lavabo ni de enfrascarse en una conversación apasionada con el que está sentado al lado. Aunque se intuya­ que alguien va a abonar esa factura, siempre hay que competir para pagar. A eso se le llama cortesía y ser agradecido. Si se ha quedado que la factura se paga entre todos, hay que dividir –siempre– a partes iguales entre todas las personas con independencia de si unos han tomado postre o no, o comido más o menos­.

Nombre olvidado

Una persona educada ayudará a que la identifiquen

Uno de los momentos en los que desearías que se te tragase la tierra es aquel en el que te encuentras a alguien, sabes que le conoces, pero no atinas a decir su nombre. Si la persona no identificada lo detecta, hay una fórmula para echar un capote al interlocutor despistado: “Hola, nos conocemos, yo soy Pepito”. Un detalle que ese conocido olvidadizo va a agradecer siempre, pues le ayudará a recuperar la memoria.

En las redes

El pulgar, quieto al mirar fotos

El mundo virtual es el de la inmediatez, y las prisas, en este universo, se pagan muy caras. A estas alturas de la película son ya, sin embargo, muchos los que han aprendido a contar hasta diez antes de responder a un mensaje en las redes o escribir una opinión de la que se van a arrepentir toda la vida.

El uso que se hace de estas nuevas tecnologías nunca debe ser igual en el ámbito privado que en el público. No hay, en estos momentos, peor descortesía con las personas que se comparte, por ejemplo mesa, que la de esos comensales que no levantan la vista de su teléfono móvil. Y cada vez vale menos la excusa: “Es por trabajo”.

Y si un amigo o conocida te deja un momento el teléfono móvil para que mires una foto, hay que mantener el dedo pulgar quieto. Pasarlo por la pantalla para mirar otras fotos se considera una grave falta de educación si no se ha dado permiso expreso para ello.

No eres un ‘influencer’ no hace falta que publiques las fotos como hacen esos usuarios pagados por marcas publicitarias. Ese mundo no es tu negocio y eres una persona real, así que cuanto más auténticas sean esas historias o fotos, mejor percepción se tendrá de esa actividad por parte del resto de la comunidad.

Mucho cuidado con la simplicidad a la hora de manifestar que te ha gustado o no una cosa. Un solo “ja” para los usuarios más jóvenes de las redes no implica satisfacción. Hay que escribir al menos tres “jajaja” para que quede claro que algo te agrada. Y tampoco queda nada educado, para esos internautas más precoces, un simple “ok” para manifestar un de acuerdo. Hay que añadir algo más o, como mínimo, escribir varias “k”.
La creencia de que todo cabe y vale en las redes sociales va a la baja. Un mensaje de mal gusto puede molestar hoy casi tanto como una frase llena de faltas de ortografía.

Dejar hablar

No hay que interrumpir para corregir una palabra mal dicha

Saber escuchar es síntoma –esta es una norma sagrada en todos los manuales– de buena educación. Como también, en conversaciones distendidas, ser siempre comprensivos con nuestros interlocutores, No hay que ser puristas, en esos encuentros informales, con el lenguaje. Si alguien pronuncia mal una palabra (siempre que sea un hecho puntual) no hace falta corregirle. Con eso solo se consigue cortar la conversación y molestar al interlocutor­.

Temas minoritarios

Si una conversación aburre, hay que cambiar de tema

Hay temas que pueden resultar apasionantes para algunos, pero muy aburridos para la mayoría. La astrología –sin ánimo de ofender a nadie– sería uno de esos ejemplos. Si se inicia una conversación sobre este tema y se detecta que no levanta entusiasmo entre el grupo, mejor pasar a otra cosa.

Retiradas discretas

Mejor desaparecer sin hacer ruido que hacerlo a voces

La fiesta se alarga y acabas entre un grupo de gente cuya conversación es aburrida o no te interesa. Lo aconsejable es apartarse de esa escena de forma discreta, sin llamar mucho la atención. Más aconsejable esta estrategia que avisar con “un voy al baño” o “pido otra copa”, si después ya no se va a volver.

Siempre agradecidos

Tres horas, el plazo máximo para dar las gracias

Hay que ser siempre agradecidos. Si tres horas después de un encuentro, una cena o una fiesta el anfitrión o amigos no reciben un mensaje dando las gracias por ese rato, puede interpretarse que esa persona lo ha pasado mal. Es de mala educación no enviar ese mensaje, aunque se acabe de conocer­ a las personas con las que se ha compartido el encuentro.

Premio al más implicado

En los viajes en grupo, el que más trabaja elige habitación

En los viajes en grupo, siempre complicados, hay una premisa que encabezan las guías de buenos modales. La persona que más ha trabajado en la planificación de esa escapada tiene derecho, por ejemplo, a elegir la mejor habitación. No vale aquello del primero que llega, el primero que se instala. Esto, si no queda claro, puede generar malos rollos ya al inicio del viaje.

Final del encuentro

Si el anfitrión lava ya los platos en casa, hay que irse

El invitado más maleducado es el que no se va, aunque todos los indicadores apunten a que la cena o la fiesta se ha acabado. Esto puede ser un drama en encuentros en domicilios particulares. Hay una señal que tendría que interpretarse al segundo. Cuando los anfitriones empiezan a recoger o a lavar los platos hay que marcharse. Aunque irse a la cocina a fregar platos cuando los invitados están aún en la mesa puede ser considerado por algunos como una falta de educación. Esta conducta solo se recomienda para los anfitriones cuando otras señales, para dar por acabada la fiesta, no surten efecto. Como bostezar o manifestar de forma verbal y clara que están cansados.

La última croqueta

Tomar el último bocado puede acabar con incomodidades

La última ostra, la última croqueta, el último trozo de jamón… A veces, si no hay mucha confianza, queda ese solo resto en un plato. Nadie osa a comerlo por temor a que le tilden de egoísta o carpanta . Pero dando ese paso muchas veces se ahorran unos minutos incómodos en los que los camareros tampoco saben si retirar o no el plato. Dejarlo vacío, siempre que no se haga siempre con todos los platos, no tendría que considerarse una falta de educación, sino todo lo contrario.

Los regalos

Un detalle, cuando te invitan a una casa, será bienvenido

Llevar un detalle a una casa a la que nos han invitado a cenar siempre será considerado un signo de buena educación. Si hay confianza, ese regalo puede ser más personal, en vez de la recurrida botella de vino o el pastel. Cuando se acude a cumpleaños de hijos de conocidos, aunque los padres aclaren que no hace falta traer un regalo, siempre hay que llevar algún detalle para esos pequeños.

La mejor conversación

Ser un curioso investigador y poner el foco en la otra persona

Siempre es difícil iniciar una conversación interesante con personas a las que se acaba de conocer. Un consejo es ir más allá, ya desde el primer momento, de la rutinaria charla de ascensor. Lo aconsejable es poner el foco en la otra persona, augurar qué le puede gustar o no, y huir siempre de mostrar fortalezas o logros personales, aunque eso sea muy tentador. Ser un buen oyente y adoptar el papel de investigador curioso, así como estar muy atento al lenguaje no verbal, es la mejor etiqueta de los buenos modales en una sociedad donde todo transcurre muy rápido.

Verborrea excesiva

Monopolizar un encuentro, signo de mala educación

Monopolizar un encuentro, da igual que sea entre amigos o conocidos, nunca es sinónimo de buenos modales. Hay que intentar que todos los asistentes a ese encuentro, comida o acto, tengan las mismas oportunidades de interactuar. Así que, ante la duda de si se está hablando demasiado o no, una buena fórmula para controlar una excesiva verborrea es preguntarse en voz baja: “¿Cuándo fue la última vez que hablé?”.

Escuchar, siempre

Pero ¡ojo!. Estar callado no es pensar en lo que se va a decir para cortar al que habla

En todas las guías de manuales y normas de la buena educación hay un verbo que se repite: “Escuchar”. Estar muy atento a todo lo que digan las personas que se tienen a alrededor es no solo necesario, sino una obligación para no pasar por un grosero. Pero ¡ojo! Estar en silencio no quiere decir estar pensando en lo próximo que se va a decir para interrumpir al que habla.

Quedar bien no cuesta

Nunca es tarde para enviar un mensaje de ánimo

Nunca es tarde para quedar bien. Cuando sabemos que un amigo o amiga lo ha pasado mal por un hecho concreto, siempre vamos a estar a tiempo de enviarle un mensaje o realizar una llamada telefónica para hacerle saber que lo sentimos. A veces eso no se hace cuando tocaría, pero nunca se considerará como una grosería dar ese paso, aunque haya pasado el tiempo y tengamos la sensación de que vamos a deshora. La otra persona lo agradecerá­.

El estado de ánimo

Un “bien” basta al responder a un “¿Cómo estás?”

Cuando otra persona te pregunta como estás, la respuesta más cordial y menos comprometida es: “Bien”. Si no hay mucha confianza o no se quiere profundizar más en esa cuestión de pura cortesía, no es necesario demostrar ni mucha euforia (al interlocutor igual no le interesan los detalles) ni tampoco entrar en discursos derrotistas, como el de “el mundo se acaba”.

 

Fuente: https://www.lavanguardia.com/vida/20230213/8751004/guia-buenos-modales.html