La maldad, siempre al acecho y aterradora

Parece infiltrarse en nuestras vidas a través de los titulares de los periódicos y las noticias que nos saturan con sus relatos lúgubres.

Sus garras afiladas rasgan nuestra existencia, dejando cicatrices en el alma y desgarrando nuestros corazones. Es un monstruo colosal que parece insaciable, un abismo que amenaza con devorarnos por completo.

No obstante, en medio de la oscuridad que nos envuelve, surge un resplandor de esperanza que ilumina con una intensidad sobrenatural. Es el bien, una fuerza que arde en lo más profundo del ser humano, una llama que nunca se extingue.

A menudo, no acapara los titulares ni protagoniza las charlas diarias, pero se manifiesta en cada acto de bondad, en cada gesto desinteresado y en cada sacrificio silencioso.

Es la luz que, aunque eclipsada por la sombra del mal, persiste y resurge, recordándonos que la humanidad posee una capacidad innata para superar las adversidades y cultivar la compasión.