Atreverse a “nombrar lo innombrable”

Durante años, siendo el presidente ejecutivo en una empresa multinacional, supe tener un gerente general, con una peculiar costumbre. En cada reunión ejecutiva, antes de sumergirnos en los informes y análisis habituales, pedía algo inusual: abrir un paraguas imaginario para “nombrar lo innombrable”. Al principio, confieso que me parecía un tanto absurdo, ¿qué tenía que ver un paraguas con nuestras discusiones empresariales?

Pero pronto comprendí el profundo simbolismo detrás de ese gesto. El paraguas representaba un espacio seguro, un lugar donde podíamos hablar con total franqueza y sinceridad, sin miedo a las represalias o al temido «radio pasillo» que inundaba la empresa con rumores y chismes.

Aquellas reuniones se convirtieron en un espacio para atreverse a decir verdades con respeto. Era increíble cómo el simple acto de abrir un paraguas imaginario cambiaba la dinámica de la sala. Los gerentes se sentían más dispuestos a compartir sus preocupaciones, a plantear problemas que antes evitaban por temor a represalias o críticas.

Bajo la protección simbólica, se gestó una cultura de transparencia y colaboración. Las conversaciones que antes se posponían o se evitaban ahora fluían libremente, alimentando un ambiente de confianza mutua y respeto. No había lugar para las intrigas cuando nos enfrentábamos a los problemas de frente, con valentía y honestidad.

Con el tiempo, ese paraguas se convirtió en un símbolo poderoso de nuestra empresa. Los empleados adoptaron la mentalidad de «abrir el paraguas» en sus interacciones diarias, creando un entorno donde la comunicación franca y la resolución de problemas eran la norma. La confianza y el respeto mutuo que cultivamos en esas reuniones ejecutivas se reflejaron en cada aspecto de nuestro trabajo, desde la innovación en productos hasta la satisfacción del cliente. Todo comenzó con un paraguas imaginario que nos permitió nombrar lo innombrable y construir juntos un presente mejor.