Una historia para la Pascua de Resurrección

En un día soleado del año 2024, en pleno siglo XXI, cuando la tecnología avanzada y las preocupaciones modernas dominaban la mente de la humanidad, ocurrió un evento extraordinario:

Jesucristo descendió a la Tierra una vez más. Pero esta vez no fue en una nube celestial ni con una gran fanfarria. En cambio, apareció como un simple peregrino, caminando entre la gente como uno más. Las noticias de su llegada se difundieron rápidamente, y multitudes de personas se reunieron para escuchar sus palabras. Algunos lo recibieron con alegría y esperanza, mientras que otros lo miraban con escepticismo y desconfianza. ¡No es El decían muchos!

Jesucristo caminó entre las calles de las ciudades y los tranquilos pueblos, deteniéndose para hablar con la gente común. No predicaba desde púlpitos altos ni realizaba milagros espectaculares; en cambio, compartía enseñanzas simples y profundas sobre amor, compasión y humildad.

En una plaza concurrida, rodeado de personas de todas las edades y orígenes, Jesucristo levantó la voz y dijo:

«En este siglo XXI, el mundo está lleno de distracciones y divisiones. Las personas se han alejado unas de otras y han olvidado el verdadero significado del amor y la compasión. Pero yo estoy aquí para recordarles que el camino hacia la paz y la felicidad radica en el amor incondicional hacia los demás y en la búsqueda de la verdad y la justicia».

Jesucristo miró con tristeza las estructuras grandiosas de las iglesias y los templos que se habían levantado en su nombre. Observó cómo muchos que se llamaban a sí mismos cristianos se habían perdido en el brillo de la ceremonia y la pompa, olvidando el verdadero significado de su mensaje: el amor, la compasión y el servicio hacia los demás. Con voz firme pero llena de compasión, Jesucristo dijo a aquellos que se habían alejado del verdadero camino:

«¿Acaso no me reconocen en los que sufren fuera de estas paredes? ¿No entienden que mi mensaje no reside en la grandiosidad de sus edificaciones, sino en el amor que brindan a los más necesitados? Han construido muros de piedra y han olvidado que mi verdadero templo son los corazones abiertos a la compasión y la misericordia. Han acumulado riquezas materiales mientras muchos de mis hijos sufren en la pobreza y el desamparo.

No se engañen a ustedes mismos con palabras y rituales vacíos. El verdadero culto es el que se realiza al servicio de los demás, al extender una mano amiga a los que sufren, al dar amor y compasión a los que más lo necesitan. Les llamo a despertar de su letargo espiritual, a abandonar la rigidez de sus estructuras y a abrazar el verdadero mensaje de amor y compasión que he venido a enseñarles. No se pierdan en la vanidad de las apariencias, sino que busquen la verdadera riqueza que se encuentra en el servicio desinteresado a sus semejantes. Que mis palabras resuenen en sus corazones y los guíen de vuelta al camino verdadero. Que el amor y la compasión sean su guía en todas sus acciones, y que juntos construyamos un mundo donde reine la justicia y la paz para todos mis hijos».

Después de compartir sus enseñanzas, Jesucristo continuó su camino, desapareciendo lentamente entre la multitud. Pero su mensaje perduró en la mente y el espíritu de aquellos que lo habían escuchado, recordándoles que, incluso en el siglo XXI, el amor y la compasión siguen siendo las fuerzas más poderosas del universo.