Humor: El gran circo del sindicalismo gordo

En el vasto y colorido espectro del sindicalismo argentino, hay una subespecie que merece atención especial: “los sindicalistas gordos.” Sí, esos líderes sindicales que parecen confundir la representación de los trabajadores con una competencia de quién puede acumular más grasa abdominal.

Cada vez que veo a uno de estos magnates de la grasa, no puedo evitar preguntarme si están liderando un sindicato o simplemente administrando una cadena de pizzerías clandestinas. Porque, sinceramente, parecen más preocupados por llenarse los bolsillos (y los estómagos) que por defender los derechos laborales.

Ah, pero no creas que su peso es solo un asunto estético. No, no. Su corpulencia es una metáfora perfecta de la pesadez burocrática que arrastra el sindicalismo argentino. Mientras más grande es su barriga, más difícil es moverse hacia adelante, ya sea en la negociación de contratos o en la escalada de una escalera. ¡Imagínate a uno de estos gigantes intentando una huelga de hambre! Más que una protesta, sería un acto de autoflagelación aeróbica.

Y luego está el tema de la salud. ¿Cómo pueden representar adecuadamente a los trabajadores cuando no pueden ni representar adecuadamente a su propia cintura? ¡Imagina a uno de estos líderes sindicales tratando de motivar a sus seguidores para que luchen por mejores condiciones de trabajo mientras jadean por aire después de subir un solo tramo de escaleras!

Claro, podríamos sugerir que se unan a un programa de pérdida de peso, pero eso sería como pedirle a un león que se convierta en vegetariano: va en contra de su naturaleza carnívora. Además, ¿quién necesita ir al gimnasio cuando puedes simplemente levantar un fajo de billetes?

Así que ahí los tienes, los sindicalistas gorditos de Argentina, liderando la lucha obrera con una mano en el bolsillo y la otra en el pote de dulce de leche. ¿Quién dijo que la política laboral no podía ser divertida?