El camino verdadero
Nos enseñaron que la verdad está en nosotros, en lo más profundo de nuestro ser, en ese rincón íntimo donde el alma se refugia. Pero resulta que, en realidad, nos encontramos fuera de nosotros, en el abrazo ajeno, en la mirada compartida.
Porque somos con los demás.
Cuando soltamos la pesada carga de nuestro ego y lo sacamos del centro del universo, es entonces cuando aparece la calma, esa paz esquiva que tanto buscamos.
El camino hacia uno mismo no se transita en soledad, sino que se recorre a través del otro. Cada encuentro es una ventana, y al asomarnos, no solo vemos el mundo, sino que también vislumbramos algo más verdadero y profundo de lo que somos.
Es en ese abrirnos al otro, al prójimo, al que tenemos enfrente o al que aún no conocemos, donde surge un silencio que habla, que susurra serenidad.
Porque al final, cuando bajamos la guardia y dejamos que los otros entren en nosotros, algo en nuestro interior también se abre. Y ahí, en ese espacio compartido, donde los ecos de nuestra humanidad resuenan en los demás, es donde comenzamos a ser realmente libres, y finalmente, a estar en paz.