La memoria,ese animal inquieto
Se mueve entre lo que ya no existe y lo que aún no ha nacido. Los recuerdos del pasado nos visitan sin ser invitados, como fantasmas que persisten en los rincones de nuestra mente. Lo que vivimos en el presente se desvanece rápido, mientras las ansias y angustias del futuro nos acosan, como aves de rapiña que sobrevuelan nuestros días.
Dicen los expertos que albergamos 60.000 pensamientos al día
Un ejército incansable marchando por el campo de batalla de nuestra mente. Van y vienen, una y otra vez, hasta que nos sentimos invadidos, agotados, prisioneros de nosotros mismos. Nos duele el pasado, nos pesa el futuro, y el presente, mientras tanto, se escapa como agua entre los dedos.
El estrés, la angustia, la depresión
Son enemigos que habitan en nuestras sombras, que nos roban la paz. Pero estos fantasmas no nacen fuera de nosotros. No, los hemos creado con nuestras propias manos. Nosotros fabricamos esas prisiones invisibles, moldeando los barrotes con cada pensamiento que dejamos correr libre, con cada miedo al que le damos espacio para crecer.
Vivimos atrapados entre lo que fue y lo que será, olvidando lo que es
Y en ese olvido nos perdemos. La calma que buscamos, esa paz que parece tan lejana no está en el mañana ni se esconde en el ayer. Está aquí, en el ahora, en este segundo que respiramos. Pero encontrarla es un acto de rebelión, de tomar las riendas de nuestra mente y susurrarle a ese animal inquieto: «basta, aquí me quedo». Porque la paz mental no es un regalo que llega; es una conquista diaria en el campo minado de nuestros pensamientos.