Las paradojas de estos tiempos
Qué curioso. Estamos rodeados de consejos. Como si fueran fórmulas mágicas. Pero cuantos más nos dan, más perdidos estamos. Parece que buscamos que alguien nos diga cómo rellenar los huecos de nuestra vida, pero no, así no funciona. Cada cual tiene que encontrar su camino, y el mapa de otro no sirve. Si sigues las indicaciones de los demás, acabas desorientado.
Los que realmente avanzan no se enredan en tanto palabrerío. Saben escuchar, pero también saben filtrar. Se quedan con lo que les vale, y lo demás lo dejan ir. Siguen su ruta, la que les dicta el corazón, esa que nadie más puede trazar. Porque, en este mundo tan saturado de voces y opiniones, una palabra de más puede ser un lastre en lugar de una ayuda.
Y las redes sociales… resulta una promesa falsa, ¿sí o no? Nos dicen que nos conectan, que nos acercan, pero en realidad nos mantienen unidos a todo y desconectados de nosotros mismos. Qué contradicción. Quizás sea el momento de desconectar un poco, de apagar las pantallas y volver a encontrarnos con nosotros mismos.
Hay que aprender a estar solos. Pero no esa soledad que pesa, sino una soledad que te permite escucharte, que te reconcilia contigo. Mirar sin prisas, sin tanta distracción. Porque, al final, lo único que realmente importa es estar presente. Estar de verdad.
Un rato con alguien, cara a cara. Compartiendo un café, una conversación de las de siempre. Eso, eso vale mucho más que mil likes o todas las notificaciones del mundo. Porque la vida no está ahí, en el ruido. La vida está aquí, ahora.