Lo útil y lo necesario
Lo útil aligera el peso de la vida.
Es el sacacorchos que desentierra la celebración, el paraguas que disimula la lluvia, el reloj que encierra al tiempo en su jaula de números. Lo útil nos ahorra pasos y nos da comodidades, pero no sostiene nuestra existencia. Es un buen truco, pero no la magia. Es la muleta, pero no las piernas.
Lo necesario, en cambio, nos devuelve a lo esencial.
Es el abrazo que nos reconstruye cuando estamos rotos, el agua que no solo sacia, sino que renueva. Es el descanso que da tregua al cuerpo y la mente, y la conexión humana que nos salva del naufragio del aislamiento. Lo necesario es lo que no admite sustitutos: sin ello, dejamos de ser. Es la raíz del árbol que nos sostiene, mientras lo útil es solo una rama que da sombra.
En estos días, quizás nos sobra lo útil, pero nos falta lo necesario.
Tenemos sacacorchos, pero no brindis compartidos; paraguas, pero no caminatas bajo la lluvia. Tenemos relojes que miden el tiempo, pero no el tiempo para abrazar. La utilidad no nos hará humanos, aunque lo necesario, cuando está presente, nos hace eternos.
Lo útil entretiene, agiliza, adorna.
Lo necesario alimenta, sana, nos devuelve a nosotros mismos. Lo útil tiene prisa, lo necesario espera. Porque en el fondo, el alma no pide trucos ni atajos: pide encuentros, pausas y el coraje de mirar al otro a los ojos y decir: “Aquí estoy, contigo”.
Lo útil es el presente. Lo necesario, la eternidad.
Y quizás el secreto de vivir esté en encontrar el equilibrio entre ambos, recordando que lo útil se usa, pero lo necesario, en cambio, se ama.