Nesting: El refugio de la tranquilidad

En tiempos de ruido y de vértigo, algunos desafían la marea. No alzan banderas, no gritan en las plazas, no hacen ruido alguno. Son los que han aprendido el arte de quedarse. No se encierran: se acurrucan. No se aíslan: se reencuentran. Son los que saben que el mundo también gira cuando ellos se detienen.

No están en guerra con el exterior

No huyen de nadie ni de nada. Sencillamente han decidido que el refugio está en sus propias paredes. Han hecho del hogar un abrazo. Un templo sin liturgia. No necesitan explicarse, pero a veces el mundo los obliga.

Nesting

Los nórdicos, hijos del frío y la oscuridad, lo llaman hygge: el placer del confort. Pero el nesting (del inglés: anidación) es otra cosa. Es una declaración de independencia. Es elegir el calor del cuerpo propio, la cadencia de un libro que no se apura, el olor a pan que fermenta despacio. No es resignación: es resistencia. Contra el calendario que nunca se cansa. Contra el mandato de estar siempre presente en todas partes.

No es que no salgan

Van a trabajar, caminan, visitan amigos. Se cruzan con la vida y la saludan, pero después regresan. Porque el hogar no es solo un sitio: es el lugar donde pueden dejar caer la máscara, donde el silencio habla y el cuerpo recuerda cómo repararse. La calma no es pereza, sino una victoria secreta contra el desgaste cotidiano.

La ciencia dice que las células se reparan cuando descansan

Y ellos lo saben, aunque no lo digan. El hogar, para ellos, es un refugio contra el vértigo y el exceso de ruido. No es huir de la vida: es habitarla de otra manera. Porque la paz también es un derecho.

El nesting no es un rechazo a los otros

Es una reconciliación con uno mismo. Es entender que estar tres días en casa no es derrota, sino un triunfo discreto contra el mandato de la hiperactividad. No es desprecio hacia el mundo: es amor propio. Es quedarse para que el alma tenga tiempo de volver al cuerpo.

Cuando el hogar habla

Mientras muchos temen perderse el último grito de la fiesta, ellos escuchan la lluvia desde el sofá. No desdeñan la vida social, pero tampoco la necesitan siempre. Su pequeña rebeldía es quedarse, hacer espacio para sí mismos, mientras otros corren tras la euforia de lo que vendrá.

Quienes practican el nesting son incomprendidos

Se los llama aburridos, perezosos, extraños. Pero esos juicios no les pertenecen. No hay que justificar el silencio, ni la pausa, ni la quietud. Ellos han elegido no correr cuando el alma pide calma. Y en esa elección, hay una sabiduría que el ruido jamás entenderá.

El equilibrio no es igual para todos

Algunos se llenan de vida con el bullicio, otros fermentan en el silencio. Como el buen vino que madura en las sombras, ellos se vuelven claros en la penumbra de su casa. Y cuando salen, lo hacen completos, renovados, seguros de que el mundo no se fue mientras ellos se quedaron.

La casa no es una jaula

Es un nido donde uno puede crecer hacia adentro, sin miedo a perderse nada. Quedarse también es un acto de vida.

Cuidarse es también una conquista. Y en el quedarse, hay un gesto de dignidad que pocos comprenden.