«Las que andan y las que aguardan»
Independientes
Van por el mundo dos especies que parecen del mismo barro, pero no lo son. Las primeras, las independientes, no caminan: avanzan. A veces tropiezan, sí, porque el suelo no siempre es justo ni llano, pero siguen. No porque crean tener todas las respuestas, sino porque no les temen a las preguntas. Se cargan a sí mismas con sus dudas, sus decisiones, y también con las consecuencias. No necesitan permiso para existir ni bendición para soñar. Construyen su casa con palabras propias y su refugio con actos, no con excusas.
Pendientes
Las otras, las pendientes, andan en otra geometría. No vertical ni horizontal, sino ladeada. Viven esperando. No esperan el amor o la lluvia, esperan el visto bueno, la palmadita, la orden. Caminan, sí, pero como quien teme molestar al suelo. Son eco antes que voz, reflejo antes que mirada. Si construyen algo, lo hacen con los materiales ajenos, esperando que alguien más les diga si vale la pena.
Los unos y los otros
Los unos, los independientes, no siempre están solos, aunque saben estarlo. Su soledad no es abandono: es espacio ganado. El silencio les sirve de espejo y no de celda. Aprenden de sí mismos, se caen y se recogen con manos propias. No se creen superiores, pero tampoco inferiores. Y si dudan —porque claro que dudan— no se quiebran, se afinan.
Los otros, los pendientes, viven según la brújula ajena. Se mueven por miedo a quedarse, pero también por miedo a moverse mal. Buscan en los ojos de los otros el permiso que nunca se dan. Llevan la vida como un papel arrugado que no se atreven a escribir. Y cuando miran atrás, no ven historia: ven omisiones.
No se trata de héroes y cobardes
Se trata de postura frente al viento. Hay quienes lo enfrentan con el rostro y quienes lo esquivan de perfil. Unos se preguntan “¿qué quiero?” y otros “¿qué querrán de mí?”. Pero todos tienen el mismo fuego dentro, aunque en algunos se apaga por falta de aire y en otros arde, aunque todo alrededor sea ceniza.
La diferencia no está en la fuerza
Sino en el eje. Los independientes giran en torno a su centro. Los pendientes, alrededor de los demás. Y así van por la vida: unos escribiendo su historia con puño firme, otros copiando el dictado de quienes nunca les preguntaron qué soñaban ser cuando aún creían que todo era posible.