Cuando la ciencia no puede explicarlo todo
El Padre Mario y los límites del conocimiento
Hoy sabemos que los neurotransmisores cerebrales pueden producir reacciones bioquímicas maravillosas: desde una sonrisa espontánea hasta una remisión inesperada del dolor. La ciencia ha descifrado mucho del lenguaje eléctrico y químico del cerebro, y, sin embargo, hay momentos en los que ese lenguaje parece quedarse corto. A veces, algo escapa a las sinapsis y a las estadísticas.
Ahí es donde comienza este relato.
El misterio de lo que no se mide
La ciencia, con sus rigurosos protocolos y mediciones, ha iluminado rincones oscuros del universo. Pero ¿qué ocurre cuando se enfrenta a fenómenos que desafían sus herramientas? Lo inexplicable no siempre es negación; a veces, es simplemente un recordatorio de que nuestro conocimiento aún está en pañales. Como científicos o como simples observadores con mente abierta, reconocemos que hay experiencias humanas que trascienden los laboratorios: el amor, el dolor existencial, y ciertos eventos que llamamos «milagros».
El Padre Mario: ¿sanación o fe?
En González Catán, un barrio humilde de Buenos Aires, la historia del Padre Mario Pantaleo parece situarse en ese límite borroso entre la fe y la ciencia. Este cura italiano-argentino, de manos temblorosas y mirada serena, no encajaba ni en el mundo médico ni en el esotérico. Sin embargo, niños dejaban de convulsionar, ancianos caminaban sin bastón, y algunos enfermos terminales sorprendían a sus propios médicos.
Él lo decía con humildad desconcertante:
«Yo soy una guitarra. El guitarrero es Dios.»
¿Metáfora poética o clave de un mecanismo aún desconocido?
No todos sanaban… ¿por qué?
También es cierto que no todos fueron sanados. Muchos volvían a casa con su dolor intacto, o con un destino ya marcado por la biología. Pero no era por «falta de fe», ni porque fueran «malos». ¿Entonces por qué? Esa es una de las preguntas que ni la medicina ni la teología han sabido responder con certeza. ¿El misterio es selectivo? ¿O es que lo esencial no siempre es curar, sino acompañar?
La tensión entre lo medible y lo intangible
Los escépticos preguntan: si no hay datos cuantificables, ¿entonces qué queda? Pero ¿cómo se mide el alivio de un alma? El Padre Mario no operaba en quirófanos, sino en un espacio donde el silencio, el contacto humano y la fe generaban una atmósfera distinta. La ciencia, con sus instrumentos, no registra energía espiritual ni gracia divina. ¿Significa eso que no ocurrió nada? Para quienes vieron a sus hijos sanar o encontrar paz, la evidencia estaba en los abrazos, no en los gráficos.
Milagro, placebo o amor concreto
El Vaticano lo beatificó, pero en González Catán ya lo habían santificado hace tiempo, a fuerza de memoria colectiva. Su obra —escuelas, comedores, viviendas— es visible y medible. Sus curaciones, en cambio, siguen siendo un misterio. La ciencia podría explicarlas como efecto placebo, o resultado de la autosugestión. Pero entonces, ¿por qué algunos casos desafiaban los pronósticos más duros? Aquí, el método choca con su límite: lo anecdótico no es prueba, pero tampoco se debe desechar con liviandad.
Un legado que interroga
El Padre Mario murió en 1992, dejando un enigma y un ejemplo. Nunca aceptó dinero. No ofrecía promesas vacías, ni buscaba cámara ni reconocimiento. Actuaba desde lo más humano: un plato de comida, una caricia, una oración en voz baja. Tal vez sus «milagros» no caben en las revistas científicas, pero sí en la lógica de una humanidad que busca sentido. Después de todo, ¿la ciencia no ha avanzado muchas veces gracias a quienes se atrevieron a cuestionar lo establecido?
Ciencia y humildad: una alianza necesaria
Investigar no significa negar lo incomprensible. Significa mirarlo con curiosidad, con rigor, pero también con humildad. El Padre Mario nos plantea una pregunta incómoda: ¿qué hacemos con lo que no entendemos? Negarlo sería tan dogmático como aceptarlo sin reflexión. Tal vez la respuesta esté en abrazar la paradoja: avanzar con la ciencia, sí, pero sin cerrar la puerta a los misterios que nos recuerdan que aún hay mucho por descubrir.
La tumba que sigue hablando
La tumba del Padre Mario sigue recibiendo visitas. Algunos piden milagros. Otros solo agradecen. En ese gesto, silencioso pero elocuente, hay una lección profunda: a veces, lo más cercano a lo divino no es lo sobrenatural, sino lo profundamente humano.
Y eso, aunque la ciencia no siempre pueda explicarlo, tampoco necesita hacerlo para ser real.