Nuestro “mundo en miniatura”
Democracia con bozal
Nos dicen que votamos. Que decidimos. Que tenemos voz. Pero después del rito de las urnas, el silencio se impone. Los que hablan por nosotros hablan en su propio idioma: el de los intereses, las alianzas bajo la mesa, los pactos sin testigos. Y nosotros, los de a pie, quedamos mirando desde abajo, como si el poder fuera una cometa que se eleva en el cielo, pero cortó el hilo que la unía a la tierra.
Corrupción: el pan de cada día
La política se ha vuelto un espejo sucio. Refleja sombras. Nos muestra rostros que prometen una cosa y hacen otra. Que juran por la patria, pero se arrodillan ante el dinero. Que saludan con la mano y roban con la otra. Y nosotros, los de a pie, seguimos con la ilusión vacía y las esperanzas remendadas.
La prensa vendida
El noticiero sonríe. La voz es neutra, las imágenes bonitas. Pero el mensaje viene con marca de agua: no lo vemos, pero está ahí. Subvenciones, favores, presiones. La verdad se negocia. La noticia se maquilla. Lo que importa se esconde. Lo que incomoda se calla. Y nosotros, los de a pie, ya no sabemos si estamos informados o manipulados.
El poder en miniatura
Pero no hay que mirar tan alto. El poder también vive entre nosotros. En el edificio donde alguien decide por todos sin preguntar. En la reunión de vecinos donde la voz del que grita más vale más. En el club donde el presidente es dueño, y los socios apenas decorados. El mundo en miniatura nos muestra la misma película, con actores distintos. Porque el poder no necesita mucha tierra: le basta un pequeño escenario para hacer lo mismo de siempre.
El tirano cotidiano
También sucede en casa. En la familia donde uno manda y el resto obedece. En la amistad que exige sumisión como prueba de cariño. En el grupo que excluye, juzga, etiqueta. No hace falta tener un cargo ni una banda presidencial para ejercer la injusticia. Basta con tener una silla un poco más alta.
¿Y entonces qué?
- ¿Qué podríamos hacer en nuestro mundo en miniatura?
- Quizás empezar por mirarnos.
- Por cuestionar el modo en que mandamos, obedecemos, callamos.
- Empezar por no repetir en casa el abuso que odiamos en el Congreso.
- Por no aceptar en el vecindario lo que no toleramos en el Estado.
- Por hablar, por preguntar, por votar con el cuerpo, con la presencia, con la conciencia.
- Porque si no podemos cambiar el mundo grande, al menos podemos sembrar justicia en el pequeño.
Y tal vez, un día, el mundo en miniatura contagie al gigante.