“Sobre el amor y los mil amores”
(con humor, sin garantía y con posibilidad de efectos secundarios)
La Real Academia Española lo define como una necesidad. Mi abuela —sabia sin doctorado— decía que era un antojo de media tarde, como las ganas de chocolate o de volver a mirar fotos viejas. Borges lo sospechaba una trampa bien escrita. Y tú… ¿ya te enamoraste, o todavía conservas la compostura como quien cuida un jarrón heredado?
Amor (según el diccionario, pero con faltas de ortografía del alma)
“El sentimiento intenso del ser humano que necesita y busca…” —declama la RAE con voz de notario y papel sellado. Pero el amor no siempre busca. A veces se pierde buscando el número de casa. A veces se queda sentado en una banca, con flores que ya se están marchitando. Y otras veces —las más peligrosas— se tropieza contigo en una tarde tonta y ya no te suelta.
Dicen que nace de la carencia. Pero también brota del exceso: de risa que no cabe en la boca, de canciones que duelen bonito, de tocar al otro como si fuera un poema mal pronunciado. El diccionario intenta explicar. El amor… sólo desordena.
Amor multiforme (y a veces multicolor)
El amor tiene más disfraces que una fiesta temática sin supervisión. Hay amor romántico con violines que suenan incluso sin violín. Amor fraternal de abrazos torpes, desayuno compartido y peleas por el control remoto. Amor de abuela con suéter tejido y “llévate un pancito por si te da hambre”. Amor a tu perro que no juzga, a tu planta que sobrevive a tus olvidos, a la tierra mojada que huele a infancia.
Es un sentimiento promiscuo, y con orgullo: ama muchas cosas al mismo tiempo y no pide permiso. Puede estar en una carta escrita a mano, o en esa mirada cómplice con alguien que no verás más.
Amor de película
Hollywood nos enseñó que el amor es correr bajo la lluvia, gritar en aeropuertos y besar con fuegos artificiales de fondo. Nos vendieron el amor con créditos finales y banda sonora. Pero se les olvidó decir que después de los créditos… viene la vida. Y a veces la vida llega sin música, con platos por lavar y silencios incómodos.
A veces el amor no se va, pero se queda dormido. Otras veces no se queda, pero deja eco.
Amor sin pareja (y sin culpa)
No tener pareja no es sinónimo de fracaso, es tal vez una forma distinta de quererse. Amar el arte que te rompe, una canción que te reconstruye sin anestesia, una caminata donde el único acompañante es tu sombra… y qué buena compañía puede ser.
Amar no siempre es poseer. A veces es soltar con la misma ternura con la que se tomó. A veces es saber que no todos los amores caben en un anillo, ni en la red de Instagram.
Amor a la carta (cada uno con su menú)
No hay receta única porque el amor se escribe con letra personal, y a veces, con faltas de ortografía que se perdonan con un beso. Algunos lo escriben con flores. Otros con sarcasmo. Para unos, decir “cuídate” es más íntimo que un “te amo”. Para otros, amor es hacer café sin que se lo pidan. Cada uno ama como puede. Como aprendió. Como lo dejaron.
Epílogo (porque el amor siempre se escapa de los finales)
¿Y tú qué opinas?, preguntan al final.
-Yo he visto gente jurarse amor para toda la vida. Y después, he visto que tuvieron varios “para toda la vida”. Y no mintieron. Cada uno fue verdad mientras duró.
-He visto el amor entre mujeres. He visto el amor entre hombres. Y no lo miré con lupa ni con dedo. Lo miré con el corazón.
-He visto el amor en los ojos de un perro. Y en las manos calladas de quien cuida.
-Amores sin palabras, sin contrato, sin condiciones. Conocí el amor de mil formas. Y sin embargo, sigue siendo amor.
– “¡Enamórate de la vida!”, decía mi abuela. Y lo decía como quien bendice. Yo opino que el amor es como un paraguas roto: no siempre protege, pero uno se aferra cuando empieza a llover.
-Porque, aunque lo disfracemos de poesía, de risa o de ironía cansada… el amor se escapa por las costuras del lenguaje.
Porque el amor, como el fuego, no se explica. Se siente. Y a veces, quema.