“Una de cal y otra de arena”

Dicen que escribir es una forma de ordenar el caos.

Tal vez por eso escribo: para entender. Para darle un sentido a esta trama confusa que llamamos vida. No tengo grandes teorías, ni fórmulas que sirvan para todos. Tengo lo que viví, lo que dolió, lo que me hizo reír, lo que me empujó a seguir.

Y si algo aprendí en este tiempo, es que la vida no viene en envases puros. No es solo alegría, ni solo tristeza. Es una mezcla. Siempre lo fue. Como esas paredes que se levantan con una de cal y otra de arena. Ahí está el secreto: en la proporción.

Así es la vida: una de cal y otra de arena

No me lo contaron.

Lo viví. Como todos, supongo. Porque la vida, esa gran señora que no pide permiso para entrar ni para irse, tiene su forma muy particular de enseñarnos: una de cal y otra de arena.

Cuando era chico, no entendía bien la frase. ¿Qué era la cal? ¿Qué era la arena? ¿Por qué una de cada una? Hasta que un albañil en el barrio me explicó que se mezclaban para levantar paredes. Entonces lo entendí: no hay muro sin mezcla.

No hay historia sin sus partes buenas y malas.

Un día ganás, al otro perdés

Aprendí que todo viene mezclado. Un día te despertás con el corazón lleno porque alguien te dijo “te quiero” de verdad. Y al día siguiente, te cierran una puerta en la cara o se te pincha el plan más soñado. Ahí, entendés que la vida no es lineal, ni justa, ni redonda. Es humana. Y lo humano es contradictorio.

Tuve momentos de gloria, de esos que uno quiere guardar en un frasco con tapa de rosca para que no se escapen. Y también tuve días donde no quería ni abrir la persiana. Pero siempre, siempre, vino uno después del otro. Como si la vida misma supiera que no puede darnos todo de golpe, que hay que dosificar.

Las noticias llegan mezcladas

Me pasó con mi viejo. Un domingo lo fui a ver, y estaba lúcido, con los ojos brillantes. Me habló de sus recuerdos, de mi madre, de su bicicleta de joven. Fue uno de esos encuentros que te dejan el alma en alto. A la semana, se fue sin aviso. Una de cal y otra de arena.

El universo opera con una lógica extraña.

Lo mismo con el amor. Cuando uno cree que encontró el refugio, a veces resulta ser un espejismo. Otras veces, de una discusión tonta, nace una comprensión nueva. ¿Cómo explicarlo? Solo así: una de cal y otra de arena.

No hay receta, hay mezcla

El que te diga que todo va a salir bien, miente. Y el que te pinte todo negro, también. Lo cierto es que la vida es una mezcla, y uno va construyendo con lo que tiene. A veces, con más cal que arena. A veces, al revés. Pero siempre construyendo.

Yo escribo como vivo.

O vivo como escribo, no sé. Sin fórmulas.

Aprendí que el equilibrio no es tener solo cosas buenas, sino saber bailar con las malas sin caerse del todo.

Así que cuando me preguntan cómo estoy, suelo decir: “ahí vamos, con una de cal y otra de arena”. Porque no me interesa contar victorias perfectas ni derrotas eternas. Me interesa contar la verdad. Y la verdad, como la vida, es una mezcla.

Epílogo

Si algo me deja en paz hoy, es saber que todo se transforma. Que lo amargo de ayer puede ser enseñanza mañana. Que lo dulce no siempre dura, pero alcanza para empujar un poco más.

Y así sigo: entre la cal que endurece y la arena que afloja. Levantando paredes. A veces para protegerme. A veces para dejar entrar. Pero siempre, siempre construyendo.

Porque al final, vivir no es otra cosa que mezclar. Y confiar en que, aún con las proporciones torcidas, algo bueno puede salir.