El mundo patas arriba

Nos dijeron que el futuro sería una autopista al paraíso. Pero resulta que el camino va en reversa y las señales están al revés. Este no es un error del sistema. Es su retrato.

Aquí van algunas postales del absurdo.

  • Matar, sí. Brindar, no.

En la tierra de las barras y las estrellas, un muchacho puede empuñar un fusil antes de poder alzar una copa. La guerra es legal a los 18. El vino, no.

  • La salud cuesta. La muerte, no.

En algunas calles, una bala vale menos que una pastilla. La farmacia receta paciencia. El mercado, plomo.

  • Hospitales vacíos, arsenales llenos

Donde no hay camas, sobran cañones. El bisturí se oxida en la esquina. El misil brilla en vitrinas diplomáticas.

  • Revolución de etiqueta

El capital se disfraza de pueblo, pero el látigo sigue siendo el mismo. Antes mandaba el banquero, ahora manda el burócrata con discurso rojo y cuenta suiza.

  • Libres, pero hipotecados

Dicen que somos libres. Libres para endeudarnos. Libres para correr detrás del sueldo, sin alcanzarlo jamás.

  • Conectados y solos

Las pantallas nos acercan al que está lejos, y nos alejan del que está cerca. Sabemos el horóscopo del influencer, pero no la pena de quien duerme al lado.

  • Títulos que no enseñan, deudas que no terminan

Se compra educación como se compra un auto: a cuotas. El diploma cuelga en la pared, pero no abre puertas. Solo acrecienta el silencio.

  • Diversión programada

La risa ahora tiene hora, plataforma y contraseña. Jugamos con mil aplicaciones, pero no con el tiempo. La alegría está cansada. Espera un turno que no llega.

  • Riqueza de mentira

Gastamos lo que no tenemos para lucir lo que no somos. La tarjeta sonríe, el alma no.

  • Demasiada información, poca verdad

Nadamos en mares de datos, pero morimos de sed. Las fake news tienen piernas largas. La verdad, bastón.

  • Epílogo sin aplausos

Estas paradojas no son nuevas. Son viejas heridas con maquillaje digital. Y aunque duelan, duelen porque aún nos duele la injusticia. El deber no es adaptarse. El deber es recordar. Hay que recordar que otro mundo es posible. Que la conciencia aún respira. Y que la esperanza, aunque cojea, sigue caminando.