“La vida es una herida absurda… o lógica”

De arrabales y paradojas

La vida, dicen, es un tango con la pierna rota. Se baila igual, aunque duela. Hay quien tropieza con la misma piedra y quien le pone nombre y la guarda en el bolsillo, como amuleto. En los suburbios del alma, donde el bandoneón llora con dientes apretados, lo absurdo y lo lógico se toman un café sin azúcar.

Lo lógico: nacer, crecer, pagar impuestos

Nacemos llorando y nos aplauden. Morimos en silencio y algunos aplauden igual, por costumbre. Estudiar para tener trabajo, trabajar para tener dinero, tener dinero para tener cosas, tener cosas para sentirnos alguien. Todo encaja en su lugar como un mecanismo bien aceitado. Lógica pura. Hasta que alguien pregunta: ¿y si no quiero?

Lo absurdo: amar sin garantías

Amar a quien no te ama. Esperar en la estación equivocada. Dar sin medida, aún cuando el otro solo sabe restar. Sembrar en tierra seca por si acaso. Perdonar cuando todos te dicen que no. Lo absurdo no pide permiso: llega en noches de luna tuerta y te deja una flor marchita en el pecho.

La esperanza como desvarío organizado

Hay quienes se levantan cada mañana con un «tal vez» colgando del alma. Tal vez hoy. Tal vez mañana. Caminan como si el mundo tuviera sentido, aunque hayan visto caer dioses y promesas. La esperanza es lógica si se la mira con los ojos cerrados; absurda si se la piensa demasiado.

Los relojes, tiranos del absurdo

Un minuto puede ser eterno cuando duele. O volar cuando se ríe. Pero el reloj sigue marcando igual. ¿Lógico? ¿Absurdo? Quizás ambos. Vivimos esclavos de segundos que nadie siente, corriendo sin saber si llegamos o huimos.

El milagro de la contradicción

Hay quienes pierden todo y, sin embargo, ganan libertad. Hay quienes, al tocar fondo, descubren que hay raíces. Hay madres que lloran por hijos que ya no están, y padres que inventan cuentos para hijos que aún no entienden. Nada de eso es lógico. Todo eso es vida.

¿Y si la herida es también ventana?

La herida —esa que sangra tango y rabia— tal vez no sea sólo corte, sino apertura. Porque hay dolores que enseñan a mirar. Y hay absurdos que nos devuelven lo humano que la lógica nos quita.

Epílogo sin cierre

La vida, al final, no es ni absurda ni lógica. Es ambas. Como el tango que se baila solo, bajo la lluvia, con el alma empapada y la frente en alto. Se vive a contratiempo, a puro bandoneón.

Y aún herida, sigue.