“Entre las ganas de vivir y la autodestrucción”
Desde el psicoanálisis, Sigmund Freud propuso dos conceptos fundamentales para comprender nuestra vida psíquica: la pulsión de vida (Eros) y la pulsión de muerte (Thanatos).
Estas ideas buscaban explicar la tensión constante entre nuestras ganas de vivir, crear y vincularnos, y, por otro lado, el impulso hacia la desconexión, el cansancio y la autodestrucción. Sin profundizar más en sus orígenes teóricos, podemos observar cómo estas dos fuerzas se manifiestan cotidianamente en nosotros.
“Entre la fuerza que construye y la que apaga”
Hay algo en nosotros que no siempre se nota, pero que está. Nos mueve sin permiso, nos empuja sin que lo decidamos del todo. Es eso que a veces nos lleva a abrazar, a intentar de nuevo, a sostener un vínculo. Y también es eso que, otras veces, nos hace querer desaparecer, rendirnos, alejarnos de todo.
“Vivimos atravesados por dos fuerzas opuestas.”
Una es la que quiere vivir. No se trata solo de respirar o de que el corazón siga latiendo. Es algo más profundo: es el impulso que nos conecta con otros, que nos hace crear, cuidar, sentir que vale la pena. Esa energía aparece cuando decidimos hablar en lugar de callar, cuando armamos un plan, aunque estemos cansados, cuando apostamos por algo o por alguien, incluso con miedo.
“La otra es una fuerza que busca cerrar, apagarse, retirarse.”
No siempre se manifiesta de forma violenta o trágica. A veces es más sutil: se cuela en los hábitos que nos dañan, en la repetición de errores, en la dificultad para salir de lugares que nos duelen. Es esa parte nuestra que parece querer quedarse quieta, desaparecer un poco, dejar de sentir tanto.
“Estas dos fuerzas coexisten”
No somos solo impulso vital, ni solamente deseo de apagar la luz. Somos una mezcla. A veces construimos desde el amor, y otras veces lastimamos desde el miedo. Hay decisiones que parecen buenas, pero nacen del cansancio, y hay retiradas que, en el fondo, nos están cuidando.
“Lo importante es darnos cuenta.”
No para juzgarnos, sino para poder elegir con más conciencia. Preguntarnos, por ejemplo: ¿esto que hago, lo hago porque quiero crecer o porque quiero huir? ¿Esto que repito, me sostiene o me apaga? ¿Esta relación, este trabajo, este silencio… me cuidan o me rompen?
“Vivir no es estar siempre del lado de la luz. Nadie puede”
Vivir es reconocer también la sombra, el deseo de parar, la tristeza, la rabia. Y, aun así, intentar que gane un poco más la parte que quiere tender la mano, seguir caminando, armar algo con otros.
“No siempre se puede.”
Y no pasa nada si no podemos todo el tiempo. Pero si logramos, aunque sea de a ratos, escuchar lo que sentimos y decidir un poco más a favor de lo que nos hace bien, ya es muchísimo.
Porque incluso en los días más oscuros, suele quedar un pedacito de nosotros que todavía quiere estar. Y ese pedacito, cuando lo escuchamos, puede salvarnos.