Infidelidad, fidelidad y lealtad: el límite invisible

Varias lectoras de KambioPositivo me pidieron, de diferentes formas, que aborde este tema. No escribo desde una postura técnica. No soy terapeuta ni juez. Estas son solo reflexiones de un escribiente que acumula años, experiencia, y que conoció muchos casos del tema que hoy voy a tratar.

En toda relación hay acuerdos. Algunos se dicen. Otros no. Cuando se rompe un acuerdo, aparece el dolor. A veces por lo que pasó. A veces por lo que se revela.  La infidelidad suele ser eso: la punta de un iceberg más profundo.

Fidelidad: lo que se ve

Ser fiel, para muchos, es no tener otro cuerpo, otra cama, otra historia. Es cumplir un pacto que se cree claro. Pero hay quienes cumplen y, sin embargo, lastiman. Y hay quienes fallan, pero no olvidan al otro.

La psicóloga y escritora Esther Perel dice que “la infidelidad puede ocurrir incluso en relaciones felices” porque no se trata solo de carencias, sino de lo que uno busca en sí mismo, a través del otro. Y eso a veces escapa al pacto.

La fidelidad, por sí sola, no garantiza amor, ni respeto, ni cuidado.

Lealtad: lo que no siempre se nombra

La lealtad no se firma. No se exige. Se construye. Es cuidar al otro aun cuando no está. Es no usar su confianza como escudo ni su ausencia como excusa. Es estar, incluso en el desacuerdo. Uno puede ser infiel y leal. Y también puede ser fiel… y profundamente desleal.

El psicólogo Walter Riso lo dice con claridad: “Ser leal es no traicionar ni con los actos ni con las omisiones”. No basta con no hacer. También hay que sostener. Estar. Dar la cara.

Deseo, error y verdad

Desear a alguien más no es traicionar. Es humano. El problema no es desear. Es mentir. Es esconder. Es negar. A veces el error ocurre. Entonces, lo que importa es lo que se hace después. Si se enfrenta. Si se reconoce. Si se cuida al otro en medio de la herida.

Un psicoanalista que respeto mucho dice: “la traición no se mide solo por lo que se hizo, sino por cómo se asume”. Hay errores que acercan más que las perfecciones.

Epílogo

No se trata solo de ser fiel. Se trata de no volverse ajeno. De no mirar al otro como si no importara. De no jugar con el silencio. La fidelidad es un acto. La lealtad, una actitud.

Como escribió Gabriel Rolón, “uno puede estar muy enamorado y aún así traicionar”. Porque el amor no anula el deseo, ni lo vuelve más sencillo. Pero lo que define a una relación no es lo que uno siente, sino lo que hace con eso que siente.

Y en el fondo, es la lealtad la que sostiene, incluso cuando todo tiembla.