«Ya es hora»

No soy modelo de nada y no me gusta la autoayuda. No tengo recetas, ni frases motivacionales pegadas en la heladera. Lo que tengo son heridas. Golpes. Amores que se fueron, amigos que ya no están, culpas que me pesaron años, decisiones equivocadas, y una memoria que no siempre me deja dormir tranquilo.

Por eso escribo. Porque lo viví o lo vi muy de cerca.

Hace poco le pregunté a mi amigo Ernesto, que ya va rumbo a los 70:
—¿Qué cambió en vos?
Y el tipo, sin dudar, me respondió:
Todo lo que debería haber cambiado antes. Cuando tenía 50.

Entonces me lo tiró sin filtro:

Que recién ahora empezó a quererse un poco. Que toda la vida fue bombero de otros incendios y nunca apagó los suyos.

Que se dio cuenta de que no tiene que cargar el mundo en los hombros, que ese mito de ser el fuerte todo el tiempo es una condena.

Que ya no regatea con el tipo que vende naranjas, porque entendió que cada moneda que se guarda puede ser pan para otro.

Me dijo que paga el taxi sin pedir vuelto. Que no corrige a nadie. Que, si alguien dice una burrada, lo deja. Que no necesita ganar discusiones para dormir tranquilo. —¿Para qué quiero tener razón, si puedo tener paz?

Me dijo que no le importa una mancha en la camisa. Que la mancha no lo define. Que su historia pesa más que su ropa.

Y que, si tiene ganas de llorar, llora. Porque las emociones no son debilidad: son lo único que nos recuerda que estamos vivos.

Mientras hablaba, entendí algo profundamente revelador:

Todo lo que él aprendió con el cuerpo roto, muchos lo siguen postergando por miedo, por costumbre, o por no saber cómo empezar.

Siguen pidiendo perdón por sentir. Siguen luchando para demostrar que valen. Siguen callándose cuando tendrían que gritar y gritando cuando ya no hay nadie para escuchar.

Entonces, ¿por qué esperamos tanto? ¿Para qué vivir con miedo a soltar? ¿A quién le están pidiendo permiso para ser felices? No hay medalla por aguantarse todo. No hay premio por tragarse las lágrimas. No hay gloria en callar, ni dignidad en soportar lo que nos parte.

Viví ahora. Querete ahora. Alejá lo que te hace mal. Abrazá a quien lo merece. Alejate de quien no.

Y no esperes a estar viejo o vieja, para entender que el tiempo no vuelve. La felicidad no está más adelante.  Está donde estás vos, si te animás a elegirte. «Ya es hora».