“La angustia de Martín”

El inicio que no empieza

Martín se levantó un martes cualquiera con una presión en el pecho. No era dolor, más bien una especie de peso invisible que le dificultaba respirar hondo. En la cocina, Lucía le sirvió café. El vapor subía lento, como si también tuviera sueño. Él rodeó la taza con las manos, no por el calor, sino para tener algo a lo que aferrarse.

Mientras la bebida le mojaba la lengua, recordó algo que había leído de Richard Lazarus y Susan Folkman: el afrontamiento, decían, es la forma en que el cuerpo y la mente intentan adaptarse a una situación que sienten como amenaza.

Uno puede enfrentarse al problema o esquivarlo. Ese martes, él optó por la segunda. Lucía lo miró un rato y, en vez de preguntar “¿qué te pasa?”, dijo:

¿Querés que hoy almorcemos afuera?

Él asintió. No lo sabía, pero esa invitación era, según Lazarus y Folkman, una estrategia de distracción: mover el escenario para que la amenaza se diluya un poco.

La marea que no se ve

La angustia, para Martín, era un silbido agudo que solo él escuchaba. No bloqueaba todo, pero se colaba en cualquier momento de silencio. Mientras intentaba leer un correo de trabajo, Lucía hablaba de la panadería nueva del barrio.

Dicen que hacen un pan de masa madre que te cambia la vida —comentó.

Martín pensó en el pan, pero también en cómo la vida a veces cambia sola, sin pedir permiso. En la sien derecha notó un latido persistente; las manos, ligeramente frías. Recordó algo del psicólogo David Barlow: el cerebro humano tiene un sistema de alarma tan sensible que, a veces, se activa, aunque no haya humo. El suyo estaba sonando como si todo ardiera, y, sin embargo, la cocina estaba en calma.

Técnicas involuntarias

Lucía no era psicóloga, pero había leído una vez a Barbara Fredrickson, que hablaba de la “teoría de las emociones positivas”. Según ella, recordar algo bueno, aunque fuera por unos segundos, podía alterar la química del cuerpo, bajando la tensión y facilitando la respiración. Abrió la ventana. El aire frío entró y a Martín le llenó los pulmones de un modo que el café no había logrado.

—¿Te acordás de cuando nos fuimos a la costa sin avisar?preguntó ella.

Él sonrió. Fue un movimiento leve de los labios, pero lo sintió también en el pecho, como un alivio breve. Y pensó que Fredrickson tenía razón: a veces un recuerdo feliz es un ancla en medio de una corriente invisible.

El almuerzo que sí era pregunta

Al mediodía fueron a un restaurante pequeño. El ruido de cubiertos, las voces mezcladas, el olor del aceite caliente: todo le pareció una especie de manta que amortiguaba el silbido en su cabeza. Lucía pidió milanesa con papas; él pidió lo mismo, porque no tenía energía para decidir.

Si querés, después de comer damos una vuelta por la plaza —dijo ella.

Martín recordó un estudio de Sheldon Cohen y Thomas Wills: el apoyo social, incluso en la forma simple de un paseo, amortigua el estrés. Aceptó. En la plaza, el aire era más suave. Vieron un perro persiguiendo su cola y Martín sintió que la suya —esa cola invisible que era su angustia— giraba un poco más lento.

La conclusión que se cuela

Esa noche, el cuerpo de Martín estaba más liviano: respiraba sin esfuerzo, los hombros ya no parecían dos piedras. No le explicó a Lucía que, según John Norcross y Bruce Wampold, una relación segura puede reducir el cortisol en sangre. Pero sí le preparó un té sin que ella lo pidiera. Y en ese gesto mínimo, sin titulares ni diagnósticos, entendió que la angustia no siempre se combate con grandes batallas. A veces basta con abrir una ventana, dar un paseo, o sentarse juntos a mirar un perro que gira en círculos.

Conclusiones

  1. La angustia es una experiencia física y mental que puede sentirse como una señal constante, incluso sin causa evidente.
  2. Estrategias simples como cambiar de escenario, recordar experiencias positivas o caminar acompañados tienen respaldo científico.
  3. La interacción humana cercana puede tener efectos fisiológicos medibles, como la reducción de hormonas del estrés.
  4. Pequeños gestos pueden ser tan significativos como intervenciones más elaboradas.
  5. La consulta médica es fundamental.

Bibliografía

  • Barlow, D.H. (2002). Anxiety and Its Disorders: The Nature and Treatment of Anxiety and Panic. Guilford Press.
  • Cohen, S., & Wills, T.A. (1985). Stress, social support, and the buffering hypothesis. Psychological Bulletin, 98(2), 310–357.
  • Fredrickson, B.L. (2001). The role of positive emotions in positive psychology. American Psychologist, 56(3), 218–226.
  • Lazarus, R.S., & Folkman, S. (1984). Stress, Appraisal, and Coping. Springer.
  • Norcross, J.C., & Wampold, B.E. (2011). Evidence-based therapy relationships. Psychotherapy, 48(1), 98–102.