Relatos breves: “Diferencia de edades”

Cuando Julia le contó a su hermana que estaba de novia con un hombre treinta años mayor, la hermana reaccionó como si le hubiera confesado que se había anotado en un curso de paracaidismo para viejos ciegos.

¿Treinta? —preguntó con la boca abierta—. ¡Eso no es una diferencia de edad, eso es una brecha generacional con código postal propio!

Julia se rió, como siempre.

Porque la ironía de los demás nunca le dolía demasiado. Ella estaba feliz. Y, además, ¿qué podían entender los demás? Nadie había estado esa noche en que él le recitó un poema torpe en un bar cualquiera, y ella lo sintió más vivo que todos los chicos de su edad revisando el celular en silencio.

El hombre se llamaba Roberto.

Tenía canas que parecían estratégicas, y una colección de vinilos que todavía olían a humo de cigarrillo de los años setenta. Julia, en cambio, no había nacido cuando esos discos salieron. Y sin embargo bailaban juntos como si compartieran un recuerdo inventado.

Al principio, todo era una fiesta: él le mostraba películas en VHS que todavía funcionaban milagrosamente, ella lo llevaba a bares donde vendían cerveza con nombres impronunciables. Él le enseñaba a estacionar en paralelo; ella le enseñaba a usar emojis sin parecer un secuestrador.

Para reforzar sus certezas, Julia se defendía con ejemplos:

“Mirá a Jeff Goldblum y Emilie Livingston, se llevan treinta años y ahí siguen”. O mencionaba a Richard Gere con Alejandra Silva, a Patrick Stewart con Sunny Ozell, a David Foster con Katharine McPhee. Incluso recordaba que Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones habían sorteado las bromas del mundo con sus veinticinco años de diferencia.

Para Julia, esas historias eran pruebas de que el amor no era cuestión de aritmética.

Pero los problemas llegaron como llegan siempre: despacito, disfrazados de bromas.

Me encanta que seas tan joven —le dijo un día Roberto—. Es como si la vida me hubiera regalado tiempo extra.
Y a mí me encanta que seas tan grande —respondió ella—. Es como si me hubiera saltado varios novios idiotas.

Parecía un intercambio tierno. Pero debajo de esas frases flotaba una pregunta que ninguno quería formular: ¿y cuánto dura esto?

El suspenso empezó cuando Julia lo invitó a la reunión de fin de año de sus amigas.

Él aceptó encantado. Llegaron tomados de la mano, pero cuando las chicas lo vieron, se generó un silencio tan incómodo que hasta el aire pidió disculpas. Una de ellas, la más frontal, lo miró y dijo:

—¿Y este es… tu papá?

Julia rió para salvar la situación, pero la risa sonó más falsa que moneda de chocolate.

Otra escena ocurrió en el supermercado.

Estaban eligiendo yogures y una señora se les acercó para felicitar a Roberto:

Qué lindo salir de compras con su hija. ¡Se nota que la educó bien!

Roberto agradeció con una sonrisa torcida, y Julia, por primera vez, se preguntó si estaba protagonizando una historia de amor o un mal sketch de comedia.

El humor de los otros se volvió un espejo cruel.

Y ahí nació la ironía: cuanto más intentaban ellos tomarse en serio, más ridículo parecía a los demás. Sin embargo, había algo innegable. Cuando se besaban, el tiempo no importaba. Era un beso que no tenía arrugas ni cronómetros, un beso que se burlaba de los cumpleaños y de los calendarios.

La pasión seguía intacta.

Tanto que, una noche, Julia despertó a las tres de la mañana y lo encontró escribiendo en un cuaderno.
—¿Qué hacés? —le preguntó medio dormida.
Anoto —dijo él—. Anoto cosas para que cuando me olvide, vos me las recuerdes.

Julia lo miró en silencio. Esa frase fue como una cachetada dulce: el futuro ya estaba sentado en la cama con ellos. Él tenía miedo de olvidar. Ella tenía miedo de recordar demasiado.

Y después… después dejaron el barrio.

Nadie supo bien si fue una mudanza repentina, una huida o un nuevo comienzo. Algunos dicen que se fueron a otro país. Otros, que simplemente decidieron desaparecer de las miradas ajenas. Lo cierto es que nunca más se los volvió a ver juntos por esas calles.

Un amigo jura haberlos visto caminando por una callecita de Paris.