Europa acelera el Mercosur

Bruselas abre el proceso de ratificación del acuerdo comercial más controvertido en años, bajo la sombra de Francia y la amenaza de una minoría de bloqueo.

Un arranque con sobresaltos

La Comisión Europea dio este miércoles el primer paso hacia la ratificación del tratado de libre comercio con el Mercosur. Tras la validación de los comisarios, el texto pasará a los 27 gobiernos y al Parlamento Europeo, que deberán pronunciarse en los próximos meses. Bruselas quiere que todo quede cerrado antes de que termine 2025, mientras Luiz Inácio Lula da Silva ostente la presidencia rotatoria del bloque sudamericano.

La premura no es casual. Se trata de un acuerdo negociado durante más de dos décadas, objeto de revisiones legales y de una interminable danza de vetos nacionales. Ahora, con el tablero internacional convulso, la Comisión busca enviar una señal de unidad y de apertura económica.

Francia en plena tormenta política

El calendario comunitario se cruza con la fragilidad del gobierno de Emmanuel Macron. El primer ministro François Bayrou encara una moción de confianza el lunes próximo, en medio de protestas de agricultores que rechazan con virulencia la apertura del mercado europeo a productos agrícolas de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

El sindicato FNSEA ya lanzó un grito de guerra: “La lucha continúa”. Los agricultores franceses denuncian que el tratado entregaría ventaja a competidores con estándares ambientales y sanitarios menos exigentes. La imagen de barricadas con pacas en llamas y carteles de “No al Mercosur” en Grenoble sigue siendo un símbolo de la resistencia rural.

Varsovia busca aliados para bloquear

Si París representa el corazón político de la oposición, Polonia se ha convertido en su vocero más insistente. El vicepresidente del Gobierno, Władysław Kosiniak-Kamysz, proclamó este miércoles que Varsovia trabaja para articular una minoría de bloqueo. Para lograrlo, necesita sumar al menos a cuatro Estados miembros, entre ellos Italia, cuyo posicionamiento aún es incierto.

El discurso polaco es directo: la apertura a carne, miel o soja latinoamericanas amenaza con “expulsar” del mercado europeo al pollo, la carne vacuna y otros productos polacos. El primer ministro Donald Tusk ha repetido que no aceptará el acuerdo “en su forma actual”, mientras organizaciones agrarias advierten que se trata de un pacto desequilibrado.

Bruselas defiende su proyecto

La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, salió a respaldar con firmeza el tratado. “Se trata de un acuerdo beneficioso para todas las partes, con ventajas significativas para consumidores y empresas”, declaró. El cálculo comunitario es claro: la Unión Europea exportará más automóviles, maquinaria y bebidas alcohólicas, mientras que los países del Mercosur tendrán acceso a cuotas de carne, azúcar, arroz, miel y soja. El pacto, sin embargo, incluye limitaciones arancelarias y cupos para proteger sectores sensibles.

Aun así, los agricultores europeos no ceden. El argumento central: la competencia es desleal si no se exigen las mismas normas de producción que en Europa. Greenpeace ya desplegó carteles en Bruselas pidiendo detener el acuerdo, reforzando la presión política y ambiental.

Una mayoría cualificada, no unanimidad

Para evitar un bloqueo perpetuo, los negociadores diseñaron un mecanismo de ratificación menos rígido. No se requerirá la aprobación unánime de los parlamentos nacionales, sino una mayoría cualificada en el Consejo —al menos 15 Estados miembros que representen el 65% de la población europea— además del visto bueno del Parlamento Europeo.

Ese detalle jurídico reduce las probabilidades de un veto, aunque no elimina la amenaza de un debate áspero y polarizado. Italia, España y Alemania serán piezas clave: sus decisiones inclinarán la balanza en un Consejo dividido entre defensores del libre comercio y guardianes del proteccionismo agrario.

Un pacto estratégico en tiempos de incertidumbre

Más allá de las cifras de exportaciones e importaciones, el acuerdo con el Mercosur es percibido en Bruselas como un gesto geopolítico. En un momento en que Europa busca diversificar socios frente a la dependencia de China y a la rivalidad con Estados Unidos, consolidar un puente con Sudamérica adquiere valor estratégico.

Pero la realidad política es más áspera. Francia mira a su campo en rebelión; Polonia habla de “seguridad alimentaria” en cada reunión; Italia evalúa si su sector agrícola puede soportar el golpe. Cada Estado juega su propia partida doméstica mientras Bruselas intenta mantener la narrativa de un pacto global y beneficioso.

Conclusiones

El lanzamiento del proceso de ratificación del acuerdo UE-Mercosur abre un pulso decisivo entre dos visiones de Europa: la que, apuesta por la apertura comercial como motor de influencia global, y la que teme perder identidad productiva frente a importaciones más baratas.

El desenlace dependerá menos de las cifras económicas que de la capacidad de los líderes europeos para convencer a sus sociedades. Con un calendario político apretado y la presidencia de Lula como horizonte, Bruselas quiere acelerar. Pero los campos franceses en protesta, los granjeros polacos indignados y las dudas italianas muestran que el camino está lejos de ser despejado.

Europa se enfrenta así a una encrucijada: ratificar el acuerdo y asumir sus costos internos, o frenar un pacto que se presenta como estratégico para su proyección exterior. En cualquiera de los dos casos, la decisión marcará el rumbo de la política comercial europea durante la próxima década.