Italia, el país que se atrevió a llamar enfermedad a lo que siempre se llamó culpa

En tiempos en que la salud pública se discute más en redes que en parlamentos, una noticia publicada por The Conversation merece detenerse y leerse con calma. Su autor, José Miguel Soriano del Castillo, catedrático de Nutrición y Bromatología en la Universitat de València, investigador y director de la Clínica Universitaria de Nutrición y Fisioterapia (CUNAFF), analiza con rigor y sensibilidad un hecho que ya es histórico: Italia se convirtió en el primer país europeo en reconocer legalmente la obesidad como una enfermedad crónica.

Más allá del dato jurídico, el texto —difundido originalmente en The Conversation y reproducido aquí a título de investigación periodística— propone mirar el tema con otra lente: la del respeto, la evidencia científica y la empatía. Porque lo que parece una ley sanitaria es también una declaración de principios sobre cómo queremos entender el cuerpo y la salud en el siglo XXI.

El 9 de octubre 2025, que cambió el mapa sanitario europeo

Italia, país del espresso, de la pasta y del arte de comer con gusto, acaba de hacer algo que ni los más optimistas esperaban: reconocer legalmente la obesidad como una enfermedad crónica, progresiva y con tendencia a la recaída. La ley fue aprobada el 9 de octubre de 2025 y entró en vigor el 25 del mismo mes. Un hecho que, a simple vista, podría parecer burocrático, pero que en realidad marca un antes y un después en cómo Europa entiende el cuerpo, la salud y, sobre todo, la culpa.

Ningún otro país europeo se había animado a tanto

Ni Alemania, que la reconoció en 2020 desde un punto de vista médico, ni Portugal, que implementó un modelo de cuidados sin llegar a convertirlo en ley, ni siquiera el Reino Unido, donde el NHS la incluye entre sus prioridades. Solo Italia la elevó al rango de derecho sanitario, con prevención, tratamiento y seguimiento garantizados por el sistema público.

Del pecado a la biología: una revolución silenciosa

Durante décadas, la obesidad se interpretó como una falta de voluntad. “Come menos”, “muévete más”, “ten fuerza de voluntad”. Esa fue la banda sonora del juicio social. Pero la ciencia, tozuda como siempre, vino a decir otra cosa: no es solo comer o moverse, sino una maraña de factores genéticos, metabólicos, ambientales y sociales que se entrecruzan hasta formar una trampa.

La nueva legislación italiana asume esa complejidad. Y al hacerlo, rompe con el estigma. Porque cuando una ley dice que algo es enfermedad, el discurso cambia: el paciente deja de ser “culpable” y pasa a ser un ciudadano con derecho a tratamiento. La diferencia parece semántica, pero es moral y política. La revista The Lancet Diabetes & Endocrinology lo resume sin rodeos: es la primera ley europea que convierte una visión moderna de la obesidad en una obligación legal del Estado.

Una pandemia con traje de normalidad

La Organización Mundial de la Salud habla de “globesidad”, ese término que suena casi a broma, pero describe una tragedia global. Según el World Obesity Atlas 2025, entre 2010 y 2030 la prevalencia habrá aumentado más del 115 %. El costo proyectado para 2035: 4,32 billones de dólares anuales, casi el 3 % del PIB mundial. Lo mismo que la COVID-19 en su peor momento, o el cambio climático hoy.

Y no es solo una cuestión estética. La obesidad se asocia a enfermedades cardiovasculares, metabólicas y oncológicas, y los investigadores incluso acuñaron un término nuevo —adiponcosis— para describir su relación con hasta 13 tipos de cáncer. Así, el cuerpo deja de ser un espejo de elecciones personales y se convierte en un campo de batalla social, donde influyen los precios de los alimentos, la urbanización, los horarios de trabajo y las pantallas que nunca se apagan.

Una ley que mira más allá de la báscula

La Ley n.º 149 del 3 de octubre de 2025 no se queda en los hospitales. Promueve campañas educativas, programas escolares y comunitarios, y la creación de un Observatorio Nacional de la Obesidad. Habla de prevención, investigación y formación profesional, pero también de respeto, de comprensión y de lenguaje. No hay impuestos ni etiquetas aún, pero sí una semilla cultural: reconocer que el entorno importa tanto como el individuo. Que la salud pública no se mide solo en kilos, sino en políticas.

Un cambio de mentalidad: del juicio al cuidado

Reconocer la obesidad como enfermedad no es solo una cuestión médica. Es un cambio simbólico. Significa que las personas con obesidad dejan de ser “culpables” para ser pacientes con derechos. La ley impulsa la formación del personal sanitario, la educación social y la sensibilización mediática. Es, en cierto modo, una ley contra el desprecio. Y si algo sabe Italia, con su historia de belleza y exceso, es que el cuerpo también es cultura. Quizás por eso, en un país donde la comida es identidad, se entendió antes que en otros que cuidar no es prohibir, sino acompañar.

El espejo europeo y la oportunidad global

Italia no solo abrió una puerta: puso un espejo frente a Europa. Ahora el reto será hacer que la ley funcione más allá del papel, coordinar regiones, evaluar resultados y sostener la financiación. Pero si el modelo prospera, podría inspirar una transformación global en la forma de entender la obesidad. Como apuntan los autores citados en The Lancet, esta decisión “representa un paso crucial para reducir los costes del tratamiento y frenar la mortalidad”. Y también, podríamos agregar, para reconciliar a la medicina con la empatía.

Cierre: un acto de realismo y justicia

En una época en la que las enfermedades crónicas amenazan la sostenibilidad de los sistemas de salud, Italia eligió mirar el problema sin maquillaje. Reconocer la obesidad como enfermedad es un acto de realismo, sí, pero también de justicia sanitaria. Porque detrás de cada diagnóstico hay una historia humana, y detrás de cada cuerpo, una lucha que no se ve. Quizás, con el tiempo, esta ley italiana no solo cure cuerpos, sino que también descomprima conciencias. Y eso, en un mundo obsesionado con la perfección, ya sería una forma de sanación.

Apéndice:

En Europa, casi todos coinciden en que la obesidad es una enfermedad, aunque a veces parece más una cuestión de suerte que de diagnóstico. En algunos países te atiende un ejército de médicos, nutricionistas y psicólogos; en otros, apenas te dan un folleto con consejos y te desean suerte. Hay quien puede acceder a cirugía bariátrica sin demasiados rodeos, y quien tiene que demostrar casi heroísmo para que lo tomen en serio.

Cada frontera cambia las reglas, como si el peso también dependiera del código postal. Algunos gobiernos invierten en prevenir, otros esperan a que el problema explote. Lo curioso es que todos prometen lo mismo: salud pública. Pero, al final, la cobertura real se parece más a una ruleta que a un derecho. Por eso, antes de buscar tratamiento, conviene revisar las letras pequeñas del sistema de salud, que suelen decir más que los discursos oficiales.