Cuando es necesario “cortar un dedo, para salvar la mano”
El bisturí del empresario
Hoy, el titular me asaltó con la frialdad de un pronóstico médico: una de las grandes empresas de telefonía, un coloso que creíamos inmutable ha iniciado un ERE. Para el no iniciado, esta sigla—Expediente de Regulación de Empleo—suena a jerga administrativa, pero es, en esencia, la traducción legal del temido «despido colectivo» en España.
Es el proceso formal, reglado y justificado, por el cual una empresa, enfrentada a graves problemas económicos, técnicos, organizativos o de producción (las llamadas causas ETOP), se ve obligada a extinguir (despido), suspender temporalmente, o reducir la jornada laboral de un número significativo de sus contratos.
Es el momento en que la dirección se sienta con los representantes de los trabajadores para negociar la amputación necesaria que debe asegurar la supervivencia del organismo corporativo.
Y es que, en el inexorable ciclo de la vida empresarial, a veces, la única forma de salvar la mano es cortar un dedo gangrenado. Es una decisión de una dureza insoportable, pero necesaria. El verdadero fracaso no es la pérdida puntual, sino el colapso total por no haber tenido la valentía de hacer el ajuste a tiempo.
Desde esta perspectiva, me permito señalar diez causas silenciosas que, por acción u omisión, terminan acortando la vida útil de las empresas y obligan, tarde o temprano, a sacar el bisturí:
- La inercia del éxito: Creer que la fórmula que funcionó ayer funcionará para siempre. La complacencia mata más que la crisis.
- La ceguera tecnológica: No invertir en innovación por «ser demasiado caro». Es más costoso el rezago. El competidor lo hará y nos dejará obsoletos.
- La gerencia del espejo: Rodearse solo de quienes asienten. La falta de crítica constructiva y de voces disidentes crea burbujas fatales.
- El miedo a desprenderse: Sostener líneas de negocio o productos que son drenajes de recursos por apego emocional o prestigio pasado.
- La infravaloración del ladrillo humano: No formar o motivar a la gente, creyendo que son un coste y no el capital más volátil e irremplazable.
- El exceso de grasa burocrática: Procesos internos hipertrofiados que ralentizan la toma de decisiones hasta hacerla inútil.
- La evasión de la verdad: Maquillar los números o las previsiones ante la junta, posponiendo la «mala noticia» hasta que se convierte en catástrofe.
- El enamoramiento del stock: Producir sin una demanda real o mantener inventarios excesivos por miedo a la escasez. Capital inmovilizado es oportunidad perdida.
- La olvidada proximidad al cliente: Perder el contacto con la realidad del mercado, diseñando para el propio ego y no para la necesidad de quien paga.
- La falta de visión de largo plazo: Priorizar la ganancia trimestral sobre la solidez estructural y la sostenibilidad. Se sacrifica el futuro por un presente cómodo.
Cuando estos diez males se instalan, el Expediente de Regulación de Empleo deja de ser una opción y se convierte en una emergencia. Es el reconocimiento tardío de que el organismo necesita una purga profunda.
El verdadero estratega no es quien evita el ERE a toda costa, sino quien lo evita anticipándose a estas diez dolencias, aplicando el principio de la intervención mínima necesaria para preservar el conjunto.
La habilidad está en ver el dedo antes de que la infección alcance el codo.
