“La actitud no es garantía de éxito”
(pero sí es el fuego que te mantiene en movimiento)
Cuando no alcanza con querer
Hay momentos en los que uno lo da todo. Pone ganas, esperanza, compromiso. Se levanta temprano, sonríe frente al espejo, se repite frases positivas como mantras de guerra… y, sin embargo, las cosas no salen como uno quiere.
Entonces aparece esa pregunta silenciosa, incómoda: ¿de qué sirve tener actitud si igual fracaso? No es una queja. Es una búsqueda. Porque quizás hemos confundido los roles, y le hemos pedido a la actitud algo que no puede darnos: garantías.
La confusión: “la actitud no asegura resultados”
Creer que la actitud positiva garantiza el éxito es uno de los engaños más dulces. Como si por desear algo intensamente, el universo estuviera obligado a entregárnoslo envuelto en moño.
Pero la vida no firma contratos con nuestras ganas. Podés tener la mejor actitud del mundo y aun así ver cómo un proyecto no despega, una relación se rompe, un sueño se posterga.
La actitud no es una fórmula mágica. Es apenas la manera en que elegimos caminar, no la promesa de a dónde vamos a llegar.
“Ilusión útil, no trampa ilusoria”
Soñar no es ingenuo. Lo ingenuo es creer que el sueño, por sí solo, construye el puente. Pero usar ese sueño como un faro puede ser profundamente útil. Nos permite movernos, avanzar, equivocarnos, corregir.
La ilusión, bien encauzada, no es un engaño: es una chispa que empuja a actuar, a probar, a descubrir que podemos más de lo que creíamos.
La fuerza interna: “confianza, autoestima y constancia”
Cuando dejamos de medirlo todo en función del éxito externo, descubrimos otra riqueza: lo que crece adentro. La actitud sostenida, incluso en medio del cansancio o la frustración, va sembrando confianza. Y con ella, la autoestima se fortalece. Ya no se trata de ganar o perder, sino de sostener la dignidad del intento.
Y eso no es poca cosa.
Cuando igual duele
¿Y si igual no funciona? ¿Y si todo se desmorona y una vez más toca recoger los pedazos? Es una posibilidad. No una amenaza. Simplemente una parte más del camino. Porque, aun cuando todo falle, queda algo que nunca te pueden quitar: la posibilidad de elegir cómo responder ante eso.
Epílogo: “la decisión más humana”
-Volvemos al principio.
-No para dar vueltas, sino para recordar que la verdadera elección nunca estuvo en el resultado, sino en la actitud que tomás frente a él.
-Tal vez no elijas lo que te pasa.
-Pero siempre vas a poder elegir cómo lo enfrentás. Y eso, en un mundo tan incierto, es un poder enorme.
No garantiza nada. Pero lo cambia todo.