Los adentros
“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”
Los dueños del mundo:
Tienen todo. Tienen relojes que no saben del tiempo y zapatos que nunca pisan tierra. Tienen islas y aviones, pasaportes sin sellos, casas con más cuartos que historias. Y sin embargo, no duermen. Se despiertan a medianoche a contar fantasmas. Son ricos en todo menos en paz.
Los que no tienen:
No tienen auto, pero tienen camino. No tienen techo firme, pero la luna les visita. No tienen cuentas bancarias, pero guardan secretos en el alma. No tienen seguro médico, pero saben curar con manos tibias y palabras dulces. Ríen como quien ha vencido al silencio. Y lloran sin vergüenza, como quien no teme al agua.
El mercado:
Promete alegría en cuotas. Ofrece felicidad embotellada, plastificada, encendida. Dice: compra esto y serás. Compra, compra, compra. Pero nunca dice qué. Y menos aún, quién.
Los espejos:
Hay espejos que mienten. Reflejan arrugas como fracasos, kilos como culpas, canas como derrotas. Otros, los menos, devuelven verdades. Te dicen: eres más que este cuerpo. Más que tu saldo, tu ropa, tus diplomas. Eres lo que guardas cuando nadie mira. Lo que das sin que te pidan. Lo que sueñas aunque te llamen ingenuo.
La semilla:
Una semilla no presume de fruto. Ni de flor, ni de sombra. Pero lleva todo eso dentro. En silencio, se parte, se abre, se arriesga. La felicidad es esa semilla: nace adentro, crece sin ruido, florece donde menos se espera. A veces en el pecho de una mujer que canta mientras friega. A veces en el niño que inventa mundos con dos piedras. A veces en vos, cuando nadie te ve.
El ser:
Nos han dicho que somos lo que tenemos. Pero el tener se pierde, se rompe, se olvida. El ser, no. El ser resiste tormentas, mudanzas, despedidas. El ser se construye con actos, se habita con dignidad, se celebra en lo pequeño. Y es ahí, justo ahí, donde vive la felicidad: no como premio, sino como consecuencia. No afuera, sino muy dentro.