Relatos breves: “La tía Sara y Benedetti”
Mi tía Sara decía que en la vida hay que evitar tres figuras geométricas: “los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas”. La frase, me aclaraba con el mate en la mano, no era suya, sino de Mario Benedetti, que para ella era como un tío uruguayo que nunca vino a los asados, pero siempre estuvo en la sobremesa.
Cada vez que alguien lloraba en su cocina.
Sara sacaba esa sentencia como si fuera una receta probada. Tenía una pava siempre caliente, una mirada que te escaneaba el alma y una sabiduría que venía más de haber cometido errores que de los libros (aunque los libros también los tenía, y subrayados).
Me lo dijo por primera vez cuando caí a los diecinueve, devastado porque mi novia me había dejado por mi mejor amigo. Yo pensaba que estaba protagonizando una tragedia griega, y Sara apenas levantó una ceja mientras ponía la pava a calentar.
—Te metiste en un triángulo amoroso, nene. No nos engañemos. Benedetti ya te lo advirtió.
Después me explicó, mientras batía un bizcochuelo, que el triángulo amoroso es como jugar al póker con dos que ya se pasaron señas. Estás perdido desde el principio. Y lo peor: vos pensás que jugás, pero ya perdiste.
Unos años más tarde entendí lo de los círculos viciosos.
Me pasó cuando volví con esa ex tres veces más, como si repitiendo la historia fuera a cambiar el final.
—Vos girás y girás, pero el paisaje es siempre el mismo: lágrimas, reproches y el mensaje que no tendrías que haber contestado. Me dijo.
Sara ya ni me cebaba el mate con lástima. Solo anotaba algo en su libreta como quien documenta una catástrofe anunciada.
Pero lo que más me costó fue lo de las mentes cuadradas.
—Esas son las peores —dijo—. No porque sean malas, sino porque son rígidas. No doblan, no bailan, no se permiten un desvío. Ven a alguien que ama distinto y lo quieren corregir. Ven algo nuevo y lo tachan de ridículo. Y ni hablar si usás remera con lentejuelas, te hacen juicio moral.
Cuando murió, me dejó su libreta de cocina. Entre la receta de fideos con estofado y el budín de pan, tenía anotaciones filosóficas.
Una decía: “No te juntes con gente que no entiende las metáforas. Si no saben lo que es un círculo vicioso, van a decir que sos vos el que gira sin sentido.”
Hoy, cada vez que me arrimo a una relación dudosa o a una discusión donde ya sé que no voy a convencer a nadie, me acuerdo de la tía Sara… y de Benedetti, claro. Ese maestro que, con una línea, te explica media vida. Porque sí: la geometría emocional existe. Y a veces, la mejor forma de enderezarse es evitar las formas equivocadas.
Epílogo
La libreta de Sara sigue en la cocina. A veces huele a canela, otras veces a tinta vieja. Cada tanto, abro una página al azar, entre recetas y frases, y dejo que ella me hable desde ahí. No hay consejo que no lleve algo de azúcar, y no hay advertencia que no venga envuelta en ternura.
Si la vida es geometría, ojalá siempre encuentre el modo de ser espiral: con vueltas, sí, pero siempre hacia adelante.