17 de agosto: Paso a la Inmortalidad del General José de San Martín

Hay hombres que parecen haber nacido con destino de epopeya. Tal es el caso del General Don José de San Martín (Yapeyú, 25 de febrero de 1778 – Boulogne-sur-Mer, Francia, 17 de agosto de 1850), considerado el Padre de la Patria en Argentina y figura clave en la independencia de gran parte de América del Sur. Formado como militar en España, eligió abandonar una vida cómoda en Europa para regresar a estas tierras y sumarse a la causa emancipadora.

San Martín fue el artífice de una de las gestas más extraordinarias de la historia:

El Cruce de los Andes, que permitió liberar a Chile tras la victoria en Chacabuco (1817) y consolidar su independencia en Maipú (1818). Desde allí llevó la lucha al Perú, donde proclamó su independencia en Lima el 28 de julio de 1821. Así, junto a Simón Bolívar, San Martín aseguró la libertad de Argentina, Chile y Perú, convirtiéndose en un símbolo continental de la emancipación.

Lejos de buscar gloria personal, rechazó honores, títulos y riquezas.

Rechazó incluso la tentación de convertirse en monarca del Perú, porque entendía que la independencia debía ser obra de los pueblos, no de caudillos. Su vida estuvo marcada por la austeridad, el deber y la coherencia: murió en el exilio, pobre y casi olvidado, en una casa prestada de Francia.

Su figura sigue siendo bronce y silencio.

Tanto incomodó a su tiempo —por su honestidad, por su independencia de criterio, por su ejemplo moral— que, al traer sus restos a la Argentina en 1880, la Iglesia porteña no se animó a ponerlo en el altar central – por su pasado masón -: lo arrinconó en un costado de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, como quien invita al héroe, pero lo sienta lejos de la cabecera para no opacar al resto. Cada 17 de agosto, en la Argentina, se conmemora el Paso a la Inmortalidad del General José de San Martín, fecha en que murió, y día en que no solo se lo recuerda como libertador, sino también como modelo de integridad, austeridad y servicio a la patria.

Sus máximas, lejos de perder vigencia, siguen siendo un espejo incómodo para la dirigencia actual y un llamado a la reflexión para todos los argentinos:

  • “Serás lo que debas ser, y si no, no serás nada.”

Nuestros políticos lo adaptaron: “Serás lo que la lista te acomode, y si no, igual tendrás un carguito.” Lo de “no ser nada” jamás aplica: hasta el más gris termina en un directorio, una embajada o un organismo inventado para justificar su sueldo.

  • “La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien.”

Pero aquí la conciencia está tercerizada en encuestadores y consultores de imagen. Si mide bien, se hace; si mide mal, se cambia el discurso. El juez interior se jubiló anticipadamente, sin pensión.

  • “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.”

Un retrato perfecto del concejal que se cree cónsul romano, del diputado que se imagina Churchill, o del ministro que no distingue entre estadista y estrella de reality. El poder no se ejerce: se ostenta.

  • “La ilustración y el fomento de las letras son las llaves maestras que abren las puertas de la abundancia.”

Mientras tanto, en la Argentina se recorta presupuesto educativo, las escuelas se caen, y los mismos que votan tijeras inauguran bibliotecas populares con discursos sobre “el futuro de los chicos”. Las llaves maestras las usan, sí, pero para abrir cuentas en el exterior.

  • “Mi mejor legado a mis hijos es que sepan que mueren pobres pero honrados.”

Aquí el legado se mide en propiedades, autos de alta gama y pasaportes europeos. La honradez se limita a un eslogan de campaña; la pobreza queda para los votantes.

  • “Cuando la patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla.”

Nuestros dirigentes entendieron que todo está permitido, en especial defenderse a sí mismos: blindarse con fueros, pactar impunidades, o cambiar de bando según sople el viento. La patria, mientras tanto, queda como espectadora en la tribuna.

  • “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes.”

La política, en cambio, parece diseñada para producir deshonra en serie: negociados de obra pública, sobreprecios en hospitales, bolsos voladores y cajas negras. Y cuando se destapan, siempre aparece el clásico: “no sabía nada”.

  • “Inspirar amor y respeto por la libertad y por los derechos humanos es la mejor enseñanza.”

En la Argentina actual, inspirar amor es repartir prebendas, inspirar respeto es amedrentar adversarios, y los derechos humanos se invocan selectivamente, según a quién le convenga en el tablero político. Enseñar, lo que se dice enseñar, es un verbo en desuso.

“Hace más ruido un solo hombre gritando que cien mil callando.”

Acá se cumple al pie de la letra: un político en prime time hace más ruido que todo un pueblo reclamando en la calle. Los gritos se concentran en los sets de televisión, mientras en el Congreso reinan las sillas vacías y las sesiones suspendidas.

“Mi sable no ha salido de la vaina por opinión política.”

Una quimera para la dirigencia local: acá los sables, cuchillos y hasta tenedores salen por la grieta más mínima. El héroe peleó contra imperios; nuestros dirigentes pelean entre sí por micrófonos y minutos de aire.

Epílogo

Ese hombre austero, que eligió la soledad antes que la rosca, que murió pobre y honrado, hoy tendría que esconderse de la caricatura de sus supuestos herederos. Tal vez por eso, más que homenajes, cada 17 de agosto lo que deberíamos hacer es mirarnos al espejo. Y preguntarnos si la patria que él liberó no terminó secuestrada… por quienes juran defenderla con una mano en el pecho y la otra en la caja.