¿Qué es el gerundio?
El gerundio es una de esas formas verbales que parecen simples y ligeras, pero que en realidad esconden un mundo de matices.
Gramaticalmente, es una forma no personal del verbo, marcada por las terminaciones -ando y -iendo, que indica acción en desarrollo, simultánea o continua. No señala quién realiza la acción ni cuántos son; simplemente existe, fluye, se despliega en el tiempo.
A diferencia del infinitivo o del participio, no puede sostener por sí solo una oración completa; necesita un verbo principal al que acompañar. Esa dependencia lo hace, a la vez, útil y delicado: bien empleado enriquece, mal empleado confunde.
El gerundio legítimo
Su uso correcto se da principalmente en la simultaneidad: “Caminaba pensando en el futuro”. Aquí, el gerundio cumple su función: dos acciones se desarrollan al mismo tiempo, sin contradicciones temporales. También sirve para expresar modo: “Entró sonriendo” aporta información sobre cómo ocurre la acción principal.
En la literatura, el gerundio aporta movimiento y plasticidad; suena a escena en desarrollo, a proceso inacabado. La prosa lírica y la poesía lo valoran porque sugiere continuidad, apertura, un mundo que todavía no se cierra.
El gerundio ilegítimo
Pero no todo gerundio es legítimo.
El mal uso surge cuando la acción que nombra sucede después de la acción principal: “Llegó a la oficina, firmando después los documentos”. Aquí la simultaneidad se rompe; el gerundio ya no refleja la realidad temporal.
También es incorrecto cuando reemplaza a un relativo: “Se entrevistó con el gerente, siendo éste muy amable”. Este uso genera ambigüedad y torpeza, un defecto frecuente en textos administrativos, periodísticos o académicos.
La trampa del gerundio aparente
En informes, comunicados o boletines, el gerundio aparece como un atajo:
“El comité aprobó la medida, quedando pendiente su implementación”. Ese quedando es un error conceptual: pretende resumir, pero en realidad debilita la claridad de la frase.
Así, el gerundio refleja no solo la acción sino la actitud del escritor: la prisa, la falta de cuidado, la tendencia a buscar atajos lingüísticos.
El gerundio en la ciencia y la actualidad
El gerundio también se cuela en los titulares y notas científicas: “Investigadores avanzando en la cura del cáncer” o “Científicos desarrollando nuevas fuentes de energía limpia”. La forma verbal transmite acción, progreso y urgencia; nos hace sentir que los problemas se resuelven mientras leemos.
Pero la ilusión puede ser engañosa: la investigación es lenta, meticulosa y llena de incertidumbres. La lengua se presta al entusiasmo, pero la realidad científica exige paciencia.
Aquí, el gerundio actúa como un espejo: refleja un proceso en construcción, siempre siendo, nunca terminado, recordándonos que el conocimiento avanza paso a paso, y no de golpe.
El valor filosófico del gerundio
Más allá de la gramática, el gerundio simboliza lo inacabado, lo que se despliega en el tiempo. Frente al verbo conjugado, que clausura la acción, el gerundio mantiene la sensación de continuidad.
Nos recuerda que todo está en proceso: la vida, el aprendizaje, nuestras relaciones. Siempre hay algo siendo, algo en marcha, algo que aún no se define por completo.
Reflexión final
El gerundio es, en esencia, un reflejo de nuestra condición humana: siempre en movimiento, nunca completamente concluidos.
Mal usado revela descuido; bien usado, claridad y profundidad.
Así también nosotros: usados con conciencia, somos presencia y acción; usados torpemente, ruido y confusión.
El desafío es vivir como el gerundio: reconociendo que la existencia no se conjuga en pasado perfecto, sino en presente continuo.
Estamos caminando, aprendiendo, creando… siempre en proceso, siempre siendo.