Los sueños sencillos de nuestros mayores de 80
Hace días leí en un diario inglés, The Times, sobre nuestros ancianos, los que superan los 80. Si levantamos la mirada, veremos un montón de ellos. Gente que ha pasado la vida remando en contra de la corriente, luchando para sacar adelante a sus familias.
Gente que vivió la última posguerra del siglo pasado, que conoció la escasez, que tenía apenas dos pares de zapatos y el mismo traje para todos los domingos. Gente que, a pesar de todo, nos sacó adelante. A todos.
Las familias han cambiado, y el mundo también. Los hijos se van a sitios lejanos en busca de trabajo. Se desarraigan. Y los padres se quedan, convirtiéndose en abuelos a distancia que ven a sus nietos, con suerte, de viaje en viaje y en las fotos del teléfono.
Incluso cuando los hijos no viven lejos, están apenas un poco más cerca, porque el ritmo frenético del trabajo y la vida hace que las familias se vean mucho menos que antes.
Cuando esos ancianos empiezan a no poder valerse por sí mismos, ¿quién les ofrece un refugio?
Sus familiares no están, o no pueden dejar sus trabajos para cuidar de ellos. No tienen dinero para pagar los carísimos centros privados para mayores. No hay plazas en los escasos centros públicos. Los olvidamos en ese periodo de vida en el que más nos necesitan.
Todas las personas, sin importar la edad, necesitan interacciones sociales para sobrevivir y prosperar. Pero, sobre todo, los que han pasado los 80 suelen pasar más tiempo solos. La soledad y el aislamiento social pueden hacerlos más vulnerables, afectando su salud y su bienestar.
Los ancianos tienen una visión muy sencilla de la vida, tan sencilla que se puede resumir en cinco cosas:
- Quieren buena salud y le temen al deterioro. No a la muerte.
- Anhelan el próximo desayuno, la puesta de sol, llegar al próximo cumpleaños.
- Desean que sus familias no los abandonen, que los visiten y, sobre todo, que los lleven a vivir con ellos.
- Anhelan volver a sentir el olor de la cocina, las caricias de hijos, nietos y bisnietos.
- Buscan la reconciliación con los errores cometidos, generalmente a través del perdón y no del resentimiento.
Los sueños sencillos de nuestros mayores de 8o, esos sueños que son también los nuestros, los de todos, los sueños de un mundo en el que nadie quede olvidado, en el que todos tengamos un lugar en la mesa, un abrazo al final del día.