Sexalescencia: “el arte de arder sin permiso”

¿Quién inventó esa palabra rara? Sexalescencia.

Tal vez una abuela con alma de adolescente. O un hombre de 61 que se enamoró por primera vez. Quizás la inventó la vida, cansada de que la encasillen por edades, de que le pongan fechas de vencimiento al deseo. Porque esta palabra no nació en los laboratorios del lenguaje, sino en las calles, en las cocinas, en los cuerpos que no aceptaron quedarse quietos.

Sexalescencia:

Cuando los 60 no son el final del camino, sino una curva peligrosa hacia lo más profundo del ser.

No es una moda. No es un movimiento de yoga ni una nueva terapia de coaching. Es una rebelión. Una revuelta íntima contra la idea de que después de cierta edad solo queda mirar desde la ventana.

Es la adolescencia que regresa, pero ahora con memoria. Ya no se busca aprobación, ni aplausos, ni likes. Se busca vivir. Y vivir, a esta edad, ya no es correr: es saborear.

Quienes entran en la sexalescencia no compiten con los jóvenes

Caminan a otro ritmo. Ellos no cuentan calorías, cuentan carcajadas. No buscan aplausos, buscan abrazos. Saben que las arrugas no se tapan, se celebran. Que las cicatrices no se esconden, se narran. Que el tiempo no es un enemigo: es un cómplice.

El mundo moderno intenta venderte la juventud eterna

Como si envejecer fuera una enfermedad. Pero la sexalescencia se ríe de esa trampa. No quiere volver atrás. Quiere ir hacia adentro. Hacia lo que siempre estuvo, pero no se había despertado. Las pasiones tardías, las amistades verdaderas, los placeres sin culpa. Quien se anima a cruzar ese umbral, no se conforma con sobrevivir: se atreve a vivir de otra manera.

¿Quieres unirte?

  • Abre la mente como se abre una ventana en una casa cerrada por años.
  • Aprende algo nuevo: guitarra, italiano, a decir que no.
  • Cuida tu cuerpo, no por vanidad, sino por gratitud.
  • Rodéate de gente que no huya del silencio ni del llanto.
  • Anota tus sueños en servilletas, en hojas sueltas, en la piel si es necesario.
  • Viaja lejos o cerca, pero viaja.
  • Escucha a los niños.
  • Abraza a los mayores.
  • Y si te da miedo, hazlo igual, pero con miedo.

La sexalescencia no te pide que seas otra. Te pide que seas, al fin, tú

Y cuando te pregunten cuántos años tienes, responde con una sonrisa: los justos para no perder el tiempo en lo que no importa.

Los necesarios para entender que vivir no es acumular años, sino incendiar cada uno de ellos con lo que amás.

Y si tienes 40 o 50, no te olvides que el tiempo pasa para todos y prepárate con alegría!

Porque la edad no es el fin de la fiesta. Es cuando empieza la música que de verdad querías bailar.