España cierra los gallineros: una muralla de precaución ante la gripe aviar

El Gobierno ordena el confinamiento de todas las aves de cría del país tras el aumento del riesgo sanitario en Europa. La medida busca prevenir nuevos brotes sin causar alarma entre los ciudadanos.

Un otoño bajo techo

Cuando el aire se enfría y los bandos de aves migratorias cruzan el cielo rumbo al sur, el Gobierno ha decidido bajar la compuerta. Desde este jueves, todas las aves de corral de España —de las grandes granjas industriales a los modestos corrales familiares— deberán permanecer bajo techo. No es una prohibición caprichosa ni una medida de alarma: es una muralla de precaución ante la expansión del virus de la gripe aviar, que vuelve a amenazar a Europa.

El Ministerio de Agricultura, dirigido por Luis Planas, publicó en el Boletín Oficial del Estado una orden que obliga al confinamiento total de las aves de cría, incluyendo las explotaciones ecológicas y de autoconsumo. Las aves no podrán salir al exterior, y las granjas deberán cubrir sus espacios abiertos para evitar el contacto con especies silvestres.

“Serenidad y rigor”, pidió Planas, consciente de que las medidas de contención, aunque incómodas, son la única defensa posible frente a un enemigo microscópico y persistente.

Un continente en guardia

El virus H5N1 no es nuevo, pero este año ha mostrado una persistencia inusual. Desde el verano, Europa ha registrado más de 130 focos en explotaciones avícolas, con especial incidencia en Francia, Alemania, Países Bajos y Polonia.

Italia, Bélgica y Dinamarca han reforzado también sus controles y aplicado confinamientos regionales. España, que hasta ahora mantenía un nivel medio de riesgo, ha elevado la alerta al observar el aumento de brotes en el norte de África y en aves migratorias que atraviesan sus humedales.

En el país, los datos son prudentes pero inquietantes: 14 focos en explotaciones, 53 en aves silvestres y 5 en aves cautivas desde julio. La cifra, aunque contenida, justifica la medida antes de que el frío extienda el riesgo de contagio.

De la granja al corral

En los pueblos, la decisión se deja sentir con un golpe de realidad doméstica. Las gallinas que hasta ayer picoteaban libres entre los olivos deberán regresar al cobertizo. Los huevos “camperos” seguirán existiendo, pero ya no serán tan de campo. Las explotaciones deberán instalar redes, proteger bebederos y evitar toda mezcla entre especies. También se prohíben ferias y certámenes avícolas. No obstante, el consumo de carne y huevos sigue siendo seguro. Las autoridades recalcan que la gripe aviar no se transmite por los alimentos, sino por contacto directo entre aves. El ciudadano de a pie puede seguir comprando y consumiendo con tranquilidad.

El impacto, por ahora, será económico más que sanitario: menor producción de huevos ecológicos, aumento de costes para granjas familiares y posibles ajustes en los precios de mercado.

Entre el vuelo y la espera

La gripe aviar es una vieja viajera del invierno. Llega con las aves migratorias, duerme en los humedales, se oculta en la niebla. Su persistencia recuerda que la frontera entre la naturaleza y la economía es tan delgada como una pluma. Por eso, lo que hoy vive España no es un encierro, sino una guardia. Un acto de responsabilidad compartida. La ciencia, la prudencia y la paciencia —esas virtudes silenciosas— serán las alas que nos mantengan a salvo.

Europa mira al cielo con cautela

Las aves seguirán volando sobre los tejados, ignorantes de nuestros decretos. Nosotros, desde el suelo, aprendemos otra vez a vivir con su fragilidad y con la nuestra.

En el silencio de los corrales cerrados late una promesa sencilla: la de cuidar la vida, incluso si eso implica callar, por un tiempo, el canto de la mañana.