Los que brillan sin hacer ruido

Los invisibles»

Hay quienes caminan por la vida con los pies tan leves que no dejan huellas, pero sí estremecimientos. No se anuncian. No llegan con fuegos artificiales ni discursos de bienvenida. Son los invisibles de la luz, los que se camuflan entre la gente como si fueran comunes, aunque la piel les brille por dentro.

Los ves y no los ves.

Parecen iguales, pero no lo son. Llevan una chispa en la mirada, un gesto que salva, una palabra que no busca aplausos, sino abrazos.

Los encuentros

Uno no los busca. Son ellos quienes aparecen cuando más falta hacen. Justo antes del derrumbe o justo después. Tocan la vida de los otros como si afinaran un instrumento olvidado: suave, sin alardes, pero con precisión.

Y cuando tocan, algo cambia. El mundo ya no es el mismo. El aire se vuelve un poco más respirable. La tristeza, menos pesada. El silencio, más sabio.

El disfraz de lo normal

Se visten como todos. Trabajan, pagan cuentas, se cansan. Pero llevan la magia debajo de la piel, escondida como una carta bajo la manga. No necesitan decir que son especiales. Lo son, y basta.

Porque la verdadera magia no se grita. Se vive.

Ellos curan sin recetas, enseñan sin libros, despiertan sin sacudir. Basta estar cerca, basta cruzar palabra, basta mirarlos un segundo para que algo se encienda.

El hechizo

Una vez que te tocan, ya no hay regreso.

No se trata de amor romántico, ni de admiración ciega. Es algo más hondo. Es una presencia que se queda aun cuando se van. Una memoria que no envejece. Un eco que no se apaga.

Y entonces, cada vez que el mundo pesa, recuerdas su risa, su forma de mirar, su manera de estar. Y aunque no estén, siguen salvando.

Dicen que su magia no se olvida. Que basta una chispa suya para incendiar un invierno.

El precio de la luz

No todos los comprenden. Algunos los temen. Otros los ignoran. Porque lo diferente a veces duele, a veces incomoda. Pero ellos siguen, como faros sin necesidad de barcos.

Cansados, sí. Tristes a veces. Pero nunca apagados.

Porque saben que su tarea no es brillar para ser vistos, sino para que otros encuentren el camino.

Epílogo: Si te toca, lo hace para siempre

Y así, en medio del ruido y la prisa, hay quienes aún llevan luz. Son personas mágicas, te lo prometo. No vienen del cielo, pero lo rozan. No vuelan, pero levantan. No hacen milagros, pero los provocan.

Si alguna vez te encuentras con una de ellas, no intentes entenderlo. Solo agradece. Porque si su magia te toca, lo hace para siempre.