España y Argentina: Una relación diplomática a ritmo de tango
La reciente danza diplomática entre España y Argentina ha estado marcada por movimientos tan intrigantes como un tango en la oscuridad. Señales llegaron desde el gobierno de Pedro Sánchez hacia el flamante líder argentino, Javier Milei, y la comunidad internacional no ha podido evitar especular sobre el significado detrás de estos gestos.
Por un lado, como si fuera un codiciado premio en una competencia de baile, Sánchez otorgó el «plácet» al diplomático Roberto Bosch para ocupar el codiciado puesto de embajador argentino ante España. Y por el otro, como un desafiante desplante de salón, enviará a su canciller, José Manuel Albares Bueno, directamente a Buenos Aires. La fecha señalada para este intercambio de pasos diplomáticos es el 23 de febrero, una fecha que promete ser tan intrigante como una mirada furtiva en medio de un baile apasionado.
Estos gestos no podrían ser más oportunos, considerando las tensiones palpables entre el líder socialista español y el carismático líder libertario argentino. Las declaraciones de mutuo rechazo entre ambos han sido más picantes que el ají en una milanesa, y la indiferencia mantenida por Sánchez ha sido más fría que un mate servido sin azúcar. Ni siquiera se molestó en felicitar a Milei tras su triunfo en las urnas el 19 de noviembre, aunque sí envió a su majestad el rey Felipe VI para la asunción presidencial del 10 de diciembre. Vaya manera de enviar mensajes entre líneas.
El apoyo de Sánchez a Sergio Massa durante la campaña electoral argentina podría haber sido un mero detalle si no fuera por su amistad cercana con Alberto Fernández – otro argentino más buscando trabajo en la madre patria-. Los rumores que circulaban en los círculos políticos sugerían que el exmandatario argentino sería el asesor principal de Sánchez en Madrid, lo que provocó un revuelo que el jefe de gobierno europeo tuvo que desmentir con cierta incomodidad. Menudo enredo diplomático.
Sin embargo, más allá de los juegos de poder y las intrigas políticas, la relación entre España y Argentina es tan profunda como las raíces del tango. Unidas por la historia, la cultura y la economía, estas naciones se enfrentan ahora a un desafío sin precedentes frente a dos líderes que parecen destinados a chocar en la pista de baile diplomática.
España, como puerta de entrada a Latinoamérica en Europa, alberga una próspera comunidad de argentinos que podría llenar varios estadios de fútbol. Con entre 300,000 y 500,000 ciudadanos argentinos en su territorio y una de las embajadas más importantes del país sudamericano, España tiene un papel crucial que desempeñar en el escenario internacional.
Los últimos embajadores argentinos en Madrid han sido una variopinta colección de figuras políticas que podrían rivalizar con los personajes de una novela de García Márquez. Desde Ricardo Alfonsín hasta Juan Pablo Lolhé, pasando por nombres como Carlos Bettini y Ramón Puerta, cada uno ha dejado su huella – algunos de manera poco grata- en la historia diplomática entre ambas naciones.
Y en medio de esta danza diplomática, no podemos pasar por alto la destacada gestión del Embajador Argentino en España, Don Ramón Puerta, durante los tiempos del presidente Mauricio Macri. Su habilidad para tejer relaciones y su compromiso con los intereses argentinos en tierras españolas fueron verdaderamente notables. Puerta no solo representó a su país con dignidad y eficacia, sino que también contribuyó en gran medida a fortalecer los lazos entre Argentina y España durante una época de desafíos y cambios. Su legado perdura como un ejemplo de excelencia en el servicio diplomático argentino.
Sin embargo, la llegada de un diplomático de carrera como Roberto Bosch marca un giro inesperado en esta saga, recordándonos que, a veces, en medio del caos político, hay espacio para la cordura y la profesionalidad. Con Bosch ya familiarizado con los entresijos de la diplomacia española, esta nueva etapa promete ser tan fascinante como un baile de máscaras en pleno carnaval.
La relación entre España y Argentina es un juego de ajedrez diplomático en el que cada movimiento cuenta y cada gesto tiene un significado oculto. Mientras tanto, el mundo observa con fascinación, preguntándose qué nuevas sorpresas nos deparará esta danza política a ritmo de tango. Como alguien dijo alguna vez, «Ahhh argentinos, esos italianos que hablan español». ¡Y vaya que tienen ritmo en la pista diplomática!
Por
Omar Romano Sforza
Miembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera en España (A.C.P.E.). Madrid – España