” Bienaventurados en la adversidad”
Jesucristo bajó a la Tierra en pleno siglo XXI. Caminó por calles abarrotadas de gente que no levantaba la vista de sus móviles, atrapados en su prisa y sus preocupaciones. Se detuvo en una esquina, observó el ir y venir de los transeúntes y comenzó a hablar, pero nadie lo escuchó.
«Bienaventurados los pobres de espíritu», dijo, pero las voces de las notificaciones y las llamadas lo opacaron.
«Bienaventurados los mansos», repitió, pero la indiferencia era más fuerte que sus palabras.
«Bienaventurados los que lloran», continuó, pero la gente se apresuraba a seguir su camino sin detenerse a mirar alrededor.
En una esquina, un anciano sentado en el suelo lo miró y esbozó una sonrisa. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia», susurró Jesucristo al ver sus ojos llenos de esperanza a pesar de la miseria.
Una madre con su hijo enfermo pasó cerca, sin percatarse de Él. «Bienaventurados los misericordiosos», dijo con tristeza, viendo cómo el amor a veces quedaba en el olvido.
«Bienaventurados los limpios de corazón», continuó, pero nadie detuvo su andar. «Bienaventurados los que trabajan por la paz», exclamó, pero la violencia en los noticieros seguía dominando el día.
El mundo había cambiado, pero la esencia de sus palabras no. Con un suspiro, se sentó en un banco y miró a su alrededor. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia», musitó mientras observaba las injusticias cotidianas.
Y así, entre el ruido de la modernidad y la indiferencia de los ocupados, Jesucristo siguió hablando, esperando que, aunque sea uno, se detuviera a escuchar. Finalmente, una niña pequeña, sin teléfono ni prisas, se acercó y le sonrió. «¿Qué dices, señor?», preguntó con curiosidad.
Jesucristo sonrió también, sabiendo que su mensaje aún tenía esperanza. Y en ese instante, supo que bastaba una sola persona dispuesta a escuchar para que la semilla del amor y la compasión volviera a florecer en el mundo.
Moraleja: En un mundo donde la distracción y la prisa nos ciegan, aún hay corazones abiertos al amor y la verdad. Basta una sola persona para iniciar el cambio.