El año que vivimos sin rugby

Que el rugby se suspendiera por la pandemia del COVID, no es justo ni injusto desde la lógica, simplemente es parte de un todo que dejó de ser como era para volverse en algo que es complicado aún de entender y sobre todo para adaptarse.

El año que vivimos sin rugby no son solo los 80 minutos de la primera los sábados a la tarde, ni los encuentros de escuelita los sábados a la mañana, ni los domingos en el club con las juveniles. Excede los tiempos de juego, excede lo que pasa cuando entramos a la cancha con los colores del club.

El año que vivimos sin rugby, es una historia de desencuentros trágicos, son esas imágenes tristes de chicos mirando sus botines relucientes, esos mismos que no hay que limpiar nunca, son las camisetas que están dobladas en algún cajón juntando polvo, es el analgésico que está con el blister completo.

Son las charlas sin los condimentos de las jugadas del fin de semana, se pierde el mundo de las epopeyas que hubieran sido posible solo gracias a que alguien metió el tackle justo o el pase correcto para festejar. Son los lunes sin veteranos por ahí, rengueando a la oficina pero felices.

El año que vivimos sin rugby, es llegar a los viernes sin nada que planear, ni terceros tiempos, ni almuerzos con los viejos, ni en qué auto ir al club que nos toca. Son fines de semanas eternos, vacíos, sin buscar en la grilla a qué hora transmiten Super Rugby o 6 Naciones o lo que sea que den.

El año que vivimos sin rugby, nos servirá sin dudas para revalorizar todo aquello que teníamos normalizado, los chistes, los abrazos, los cantitos en la tribuna, la pregunta de por qué no crece pasto en esta cancha, quejarnos de lo que hay de tercer tiempo, las discusiones sin sentido, las con sentido.

El año que vivimos sin rugby nos enseña una lección que estamos aprendiendo de la forma más dura, que es con los portones cerrados, el pasto crecido, los intentos de vernos por la pantalla, las camisetas limpias y los botines lustrados. Ojalá aprendamos algo de todo esto y volvamos mejores, mejores en lo que sea que nos toca hacer en cada club. Que no nos soprenda la vuelta tal como nos encontró el COVID, a veces dispersos en pavadas sin valorar lo importante.

Ella seguro estará ahí, esperando que nos volvamos a encontrar, porque aunque muchos tenemos una en casa, nunca es igual cuando te la pasa un amigo.Volveremos y seremos mejores, ojalá así sea.

Gentileza, Carlos “ Calu” Pisani, Buenos Aires, Argentina.